Asia se apega a la mascarilla pese al fin de las restricciones

TOKYO, JAPAN - 2020/06/03: Students wearing face masks as a preventive measure make their way through Tokyo's Kamata Station. Japan has lifted a state of emergency imposed due to the coronavirus in 39 out of 47 prefectures, after a sharp fall in new infections. (Photo by James Matsumoto/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

Aunque la mayor parte de Asia se adentra en la fase «endémica» de la covid-19, lo que ha supuesto el levantamiento de restricciones y medidas como el uso de mascarillas, en muchos países el apego al antifaz perdura y no se prevé por el momento el pleno «desenmascaramiento».

Singapur ha sido hoy el último país en sumarse a la tendencia de eliminar la imposición de mascarillas, que aún se exigían en el transporte público -como hizo España la víspera-, mientras países como Japón no han llegado nunca a imponerlas, solo a recomendarlas.

La exigencia del tapabocas en espacios como autobuses o el metro aún perdura en China, uno de los pocos vestigios normativos de la pandemia en el país después de que en diciembre diera un giro abrupto saliendo de la política de «cero covid» que prevaleció durante casi 3 años.

Pero si en algunos lugares, como parece ser el caso de España, su retirada ha supuesto la satisfacción de muchos y el recelo de una minoría, en muchos países asiáticos la «gripalización» del virus no convence del todo, por motivos muy diversos, para deshacerse de las máscaras, que han llegado – o regresado – para quedarse.

CONTAMINACIÓN, SARS, MIEDO A CONTAGIOS

En la turística Tailandia, el primer país al margen de China en registrar una infección en 2020, las autoridades ya solo recomiendan su uso, tras retirar su obligatoriedad en cualquier lugar fuera del hogar en junio, después de la segunda ola de contagios en el país.

Pese al tiempo transcurrido desde el levantamiento de la medida, hay estudios que indican que más de un 97 % de tailandeses aún se parapetan tras la mascarilla fuera de casa -frente al 66 % de malasios que lo hacen-, tratando casi la sugerencia como norma.

Además, la mascarilla ya era un complemento habitual en Asia antes de la pandemia por varios motivos.

Entre ellos, por el recuerdo de epidemias anteriores, como la del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) de 2003, el primer coronavirus mortal que saltó la barrera de especies a humanos, matando a cerca de 800 personas en todo el mundo -sobre todo en China, donde surgió, y en Hong Kong- y expandiéndose por 26 países.

El SARS popularizó el uso del cubrebocas en los damnificados China y Hong Kong, tendencia que no hizo sino aumentar durante los picos de contaminación que la segunda economía mundial vivió años después, cubriendo en una densa y tóxica niebla ciudades como Pekín y Shanghái hace una década.

Pese a que los niveles de polución han descendido y a que China se ha despedido del «cero covid», la población, aún sacudida por los masivos contagios tras el fin de las restricciones, sigue protegiéndose tras la mascarilla por la calle de forma mayoritaria, al igual que en otros lugares donde su uso es optativo.

Hong Kong, por el contrario, mantiene aún una normativa severa sobre las mascarillas, obligatorias en la calle y tanto en interiores como en exteriores de espacios y dependencias públicas, mientras Taiwán dejará de exigir su uso a partir del 20 de febrero.

SEÑAL DE RESPETO

Mientras las máscaras nunca han sido exigidas en Japón y en Corea del Sur ya no se requieren, las autoridades sanitarias aún animan a la población a llevarlas, sobre todo en espacios interiores, lo que propicia su uso.

Además de por las recomendaciones oficiales, en especial tras la reapertura de fronteras de China y el consecuente temor a nuevas cepas, la querencia por los antifaces en Japón también es una señal de respeto hacia la salud y el bienestar del prójimo.

Es, igualmente, una práctica habitual prepandémica en épocas como la primavera, por la alta incidencia de alergias al polen en esas fechas.

Ya sea por prudencia, civismo o necesidad, las mascarillas parecen no tener aún los días contados en Asia, donde la cautela marcó este jueves el anuncio del fin de su uso en el transporte público, el último lugar en el que era obligatoria, en Singapur.

«Nunca sabes cómo será la próxima variante. Así que nos lo estamos tomando muy en serio para asegurarnos de que estaremos mejor preparados para la siguiente pandemia», afirmó Lawrence Wong, primer ministro de Singapur, país en el que ni las altas temperaturas disuaden de su extendido uso en los espacios exteriores. EFE