Los cuentos de JT: «Tal vez no esté alucinando» 

Por: Jorge Teodoro Butiña

Hace tiempo creía tener micofobia.

¿Qué es eso? 

Reishi hablaba sobre un alucinógeno. Yo los observaba, con tantos olores y vapores sobre la mesa, me volvía invisible. Era difícil leer la mente de 12 personas.

Dos datos curiosos:

Uno: la palabra “reishi” proviene de un hongo similar a un corazón. ¿Qué micólogo ama tanto su trabajo? Solo René, su padre. Decía que “los hongos son los seres que conectan a la vida con la muerte”, así justificaba su horrible trabajo. Él me enseñó la palabra “micofobia”.

Dos: tengo algo que confesar, perdí esa fobia hace algunos días. Ahora que los hongos forman parte de mi cuerpo, me da tranquilidad saber que soy parte de algo más. 

¿Quieres probar?

Un tipo frentón, rodeado por una nube amarilla, me hablaba mientras trituraba, con su bocota, un trozo de camembert enmohecido. Tomé un cigarro y salí, aparte del terrible olor a queso maduro, un poco más de humo y la sala explotará como un globo. Me enojé al ver que, en la puerta de la casa (cuya dueña no conozco), había un cartel sobre ecologismo. Imaginé que algún enanito recatado, con pantaloncillos y medias largas, lo dejó. Probablemente, después de unos días volverá a ser un desperdicio. Mientras el tabaco se consumía, intenté respirar. Miré la calle: al frente, una pequeña casa de madera empolvada se repetía tantas veces… Perdí la cuenta al terminar el cigarro.

Lo sé, piensan que no solo estoy alucinando, ¿cómo alguien puede venerar la putrefacción? Me recuerda a una pradera, una de esas que nunca conocí: la vida se alimenta de la muerte bajo un horizonte sin casas por contar.

Tiré el filtro, al entrar golpeé la puerta. Todos me miraban, o no, ¿acaso sonreían? Estaba realmente asustado. La única luz provenía de un led de 25 centavos, estaba pegado dentro de un recipiente de plástico rojo que protegía al camembert enmohecido. Les pregunté qué diablos hacían, deliraban balbuceando teorías sobre una tierra prometida.

Pensé en irme, antes, miré los ojos viajeros de Reishi y recordé la vez que fumamos todos nuestros ahorros en su habitación. Su padre estaba tan enojado… Durante horas, mientras buscaba su teléfono (que ya pertenecía a algún inofensivo dealer), intentamos esconder toda nuestra mercancía. Al ver que la policía no llegaba, preferimos inhalar/destruir todas las pruebas.

 “Dos policías mataron a dos chicas de 16 años mientras robaban su mercancía para consumirla o revenderla.”.

Nunca olvidaré el noticiero estelar que ocurrió un par de días después. Sí, su padre había llamado a la policía (¿Con el teléfono del vecino?). Y sí, cuando todas las casas son blancas, de madera y percudidas, y todos están podridos, solo existe un lugar donde escapar.

Cruce las piernas, igual que el resto, tomé un trozo de queso y pude ver. Era rarísimo: una especie de laberinto con paredes invisibles, en el piso, las separaciones de madera estaban carcomidas por hongos. No estaba seguro, algo resplandecía lejos del laberinto. Cuando me aburro de esperar, imagino: pudo haber sido un recuerdo, puede haber sido dios o un recipiente de plástico rojo iluminado por una luz led de 25 centavos. 

Tal vez ahora entiendan. Al despertar asesiné a todos. Recostado sobre sus cuerpos, corté mis venas. 

Es difícil saber si un paisaje es cien por ciento real, pero aquí estamos, como un gran organismo: el riachuelo rojo ya se secó; cada día nos rodean nuevos hongos: al inicio eran pequeños y marrones, hoy vinieron algunos rojos con motitas blancas; ayer germinaron las primeras semillas y para mañana solo nos queda esperar, imaginar lo que se esconde lejos del laberinto. En algunos años estaremos en una pradera sin casas por contar, tal vez no existan monedas de 25 centavos; tal vez esto no sea una alucinación.