¡Qué país el nuestro!

Jorge L. Durán F.

Tenemos material suficiente para hacer una narconovela, con videos incluidos como material de soporte; con varios de nuestros políticos actuando como “personajes extra”; con actores especiales pedidos a la Justicia, dignos de llevarse un “óscar” de baja ralea y entregados en una porqueriza.

Hay suficientes rastreros como para que hagan los libretos, los guiones, los montajes; troleros asalariados para que imiten voces; sinvergüenzas de terno y jean para alistar los camerinos; ni se diga “tetones”, prófugos, escapistas, propagandistas en la sombra y “asambleistos” para la aventura novelesca.

Hay material de sobra para escribir sobre la estupidez, sobre el “analfabetismo constitucional”, sobre la doble moral de parlamentarias que besan los pies de dictaduras donde las mujeres valen menos que el contenido de sus intestinos gruesos; sobre “Fabiolos” que, soñando con ganarse la lotería del poder, son capaces de hacer creer que en su obesidad guardan las piedras de la Torre de Babel.

Tres Patines, el Tremendo Juez y todo el elenco de la añorada serie de humor, si aún vivieran tendrían material de lujo para caricaturizar a los asambleístas por leguleyos, por incapaces de ver qué es lo que firman, por cumplir acaso el rol de Madame Bovary, cuando no de “celestinas”; por querer ser asnos de falsos “sancho panzas” -que me perdone el buen jumento que al verdadero Sancho Panza llevó en su lomo noble.

No sé por qué los titiriteros no hacen sus acrobacias en base a tanto pendejo y pendenciero; de chicheros de la política que juegan a ser dirigentes; de ciertos ponchudos botallamas que usan a los suyos como arvejas en sus escopetas; de bigotudos con guayabera que, para tapiñar sus fechorías y venganzas, sostienen los zancos de los que arrasaron con la honra del país.

Los “realistas mágicos” no tienen que hacer muchos esfuerzos para escribir sobre aquel personaje ricachón, que surcó por mares y montañas, por el cielo y el subsuelo, hasta ganar el poder; y luego que lo ganó, como que no sabe qué hacerse con él, excepto algunos globos lanzados según haya o no vientos; o que espera el arribo de una estrella para no ser estrellado antes de que se le termine el tiempo.

Adivinos y hacedores de pomadas y brebajes tienen a quienes vender sus vaticinios y menjunjes: cleptómanos, vendepatrias, politicastros, prófugos; en fin, a todos quienes toman al país como un botín.

¿Desde cuándo hemos permitido que la patria cayera tan bajo? (O)