Las horas grises de los días turbios 

David Samaniego Torres

No rebusco palabras para construir frases que atraigan el interés, amables lectores de El Mercurio, pero sí, genero expresiones que me ayudan a exteriorizar aquello que llevo muy dentro, quizá aquello que también ustedes lo llevan, en igual forma, pero que no atinamos cómo ni cuándo sacarlo para tratar de entender lo que nos pasa, aquello que sucede a nuestras familias, lo que se vive en el barrio, en la ciudad, en el país entero. Como nunca antes la desazón se abre paso y nos sentimos barcos a la deriva, o lo que es peor, transeúntes privados de la libertad para deambular por donde siempre lo hicimos tras aquello que siempre buscamos.

El tenor de estas líneas desde hace unas semanas, es lastimero, de recelo, de advertencia. Hoy quiero despedirme de esta clase de escritos, que   incitan al dolor, a la preocupación y a la falta de esperanza. Con estas líneas cierro por lo pronto el anhelo de hacer conciencia sobre la presente tragedia ecuatoriana. Pretendo en futuras entregas trabajar para ustedes temas que nos ayuden a sacar bien del mal y fuerzas para convertir los reveces en ocasiones de triunfo y progreso.

Pero déjenme ir luego de consignar aquí temas que deben preocuparnos, acciones que debemos trabajar, enemigos que deben ser derrotados, conductas nuestras que deben cambiar y una larga serie de comportamientos a nivel nacional que también deben comenzar a transformarse en aras del bien del país.

Mentalmente nos hemos separado de la patria. La vemos sumergida en una encrucijada sin salida, la observamos, sabemos dónde está, quizá también conocemos cómo hacerlo, pero pasamos de largo, vemos y no miramos, dejamos de entender la realidad, nos despreocupamos de aquello que sentimos, pero dentro de nosotros sabemos lo que pasa. Preferimos atormentarnos a solas que juntar nuestras fuerzas a otros conciudadanos que sienten lo mismo y luchar por una solución.

¿Tenemos un ancla cercana a la cual asirnos?  No la veo. Nuestros líderes están en sus reductos de cristal, no levantan su voz ni arriesgan su físico. ¿Partidos políticos que defiendan valores cívicos? Si alguna vez creímos tenerlos, han desaparecido. Los aún llamados partidos políticos son aves de rapiña en busca del pedazo más enjundioso de patria. Quisiera decir que estoy equivocado, por desgracia no.  ‘Ama et fac quod vis’. Si aún amamos a nuestro Ecuador, luchemos por él. (O)