La Niebla

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

El amor jamás será literatura si no se puede escribir sobre la piel, decía Serrat. Y ellos lo sabían bien. Por eso se encontraban, no en secreto, sino en los espacios ausentes, ajenos al ruido de la ciudad, y eso es diferente. Porque ellos, ellos dos, preferían existir allí donde no llegan los ojos del confesor, en ese punto exacto dónde se pierde él debe ser y los celos desaparecen, donde se puede coexistir como un mar en calma, que se mece suavemente entre las orillas de sus cuerpos, dónde el libre albedrío, parte del ritual, se convierta en su espacio de vanidad más secreto y, por lo tanto, más peligroso. Allí, al borde del abismo, acechando, seduciendo…

El mundo, la ciudad, existen desde luego, como un cruel invernadero con demasiada lluvia para tan pocos arcoíris, dónde es cada vez más difícil acariciar las nubes si los pies tropiezan con dioses y simulacros.  Pero esta vez es distinto, porque la cacería se detiene en la frontera trazada por sus cuerpos. Ritual más instintivo que racional, secreto, sensual, innumerable.

La avalancha es inofensiva, el estallido es inmenso. Y el después transcurre en el breve paréntesis de un instante de niebla, entre los riscos más peligrosos de la mente y el vértigo del tacto sobre su piel. Y luego, habrá que salir a la vereda hostil en la jungla de cemento y caminar juntos. Sin tocarse, sin mirarse demasiado, a menos que llueva y encuentren la coartada perfecta para guarecerse bajo un portal oscuro y herrumbroso, semi ocultos por una vieja pared donde un poeta del asfalto escribió con aerosol: “Espérame, desnuda, entre los escorpiones, que yo llegaré con el veneno en la sangre…”

Ellos lo saben, son los náufragos de una isla de paz que aúlla hambrienta y lanza al mar señales de auxilio en viejas botellas de vino tinto. Pero ellos no quieren ser rescatados. No al menos, hasta que sea la hora de separarse y extrañarse nuevamente, casi con desesperación.  Allí, en esa hora del ocaso, cuando cada quien, devuelto a la vida cotidiana, piense por instante: Ya te has ido, ahora comienza el infinito… (O)