Educar para la paz

Nancy Negrete Martínez

Educar para la paz ha sido siempre un desafío en el proceso educativo, porque constituye la base para edificar una cultura de paz.

La importancia de adjudicar este compromiso a la educación es porque en él convergen diversas formas de pensar y de asumir las realidades; también aquí, es posible aportar a un proceso de cambio de mentalidad, de actitudes individuales y colectivas, mediante el abordaje de teorías y conceptos que lleven a la reflexión a favor de la construcción de la paz.

La paz se define como una situación o estado en que no hay guerra ni luchas entre dos o más partes enfrentadas. Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas (1999), entiende a la cultura de paz como aquella que se caracteriza por actitudes, formas de conducta y de vida, y valores basados en el respeto a la vida y dignidad de las personas; esta entidad llama a la promoción y la práctica de la no violencia, por medio de la educación, el diálogo, la cooperación, igualdad de derechos y oportunidades, libertad, justicia, aceptación de diferencias y solidaridad. En estos procesos es donde la educación debe contribuir a repensar las nuevas formas de relaciones humanas y sociales.

Identificar los errores y trabajar constantemente para generar cambios en las estructuras sociales es una tarea titánica que requiere educación, participación y acción. Lo primero por hacer es revisar el proceso pedagógico que lleve a desaprender la violencia; y, luego, trabajar en principios que fomenten la cultura de paz que deseamos, empezando por aprender a conocernos, a vivir juntos y con los otros.

No perdamos la fe en el ser humano ni la esperanza en una educación transformadora; no nos quedemos en la indignación, al contrario, asumamos el compromiso de vencer la violencia desde nuestro ser, desde nuestros espacios. (O)