¿Está preparado? ¿Lo permitirán?

Jorge L. Durán F.

En casi todo juicio político lo que importan son los votos. Nada más. Si hay 92, socialcristianos y correístas se “comerán” a Lasso, siempre y cuando convenzan a los sueltos que andan por ahí y son los que decidirán. 

No hay que andarse por las ramas: ni pruebas ni recontrapuebas, peor las de descargo; ni acusaciones ni réplicas, decidirán la suerte de Guillermo Laso como presidente de la república.

Si Lasso finalmente es destituido, según la Constitución debe reemplazarlo el vicepresidente Alfredo Borrero, un médico de prestancia que saltó de los quirófanos a la política.

Con mucha cautela espera el desenlace, si bien ha declarado su lealtad para con Lasso, y que debe respetarse el periodo constitucional para el que fueron elegidos. No puede decir más, también. 

Si el presidente queda fuera, ¿quién garantiza que el matrimonio socialcristiano-correísmo le ciña la banda presidencial a Borrero? ¿Les conviene para sus intereses, nada castos por su puesto? 

Pero vale razonar si Borrero está preparado para gobernar, como muchos creyeron que sí lo estuvo Lasso, sobre todo para enderezar el país, un país trabado por mafias políticas, narcodelictivas, corruptas, jurídicas y hasta constitucionales, que siguen campantes.

¿O querrán un mequetrefe que haga todo cuanto lo ordene, como amnistiar a los sentenciados por corruptos; que los deje cogobernar como en los tiempos de la “regalada gana”; repartirse los hospitales; tomarse el IESS, los organismos de control, las jugosas empresas eléctricas y petroleras; en definitiva, el país entero?

Es de suponer que, de ser el caso, Borrero no aceptaría semejantes aberraciones, ni pasar a la historia como uno más del montón. 

Lo repetimos: se vive y se siente la danza de los votos para echar o no a Lasso del poder. Nadie asegura que no haya negociaciones de por medio. Al fin, esta es la esencia que encierra un juicio político.

Y no pocos se preguntarán, en esas negociaciones ¿qué estará en juego? ¿Qué habrá detrás de declaraciones como las de defender la estabilidad, el periodo presidencial?

Y para el colmo: el juego político coincide con las elecciones para renovar dignatarios de la Asamblea Nacional, incluyendo las comisiones legislativas. 

La negociación política es un arte, en el cual juega mucho el maquiavelismo, la táctica del ajedrez; pero también la del chulo y la de la ruleta.

Un escenario como para no perderle de vista, sobre todo de noche.