El año trágico: omisión imperdonable

Jorge Dávila Vázquez RINCÓN DE CULTURA

El 24 de septiembre de 2022, súbitamente, falleció Tomás Gerardo Aguilar Aguilar, escritor cuencano, a los 72 años.

Era abogado de profesión, así que trabajé muy cercanamente con él, los dos años que fui presidente del Núcleo del Azuay de la Casa de la Cultura del Azuay, pues era su Secretario. Lo conocía desde mucho tiempo atrás, no solo por ser mi primo político, sino porque tuve la suerte de escribir el prólogo de su primer libro de cuentos: AL OTRO LADO DEL ESPEJO, verdadera joya de la narrativa breve cuencana y nacional, que incompresiblemente tuvo una sola edición hasta hoy, y que jamás fue incluido en alguna de esas colecciones que multiplicaron nuestra producción literaria.

Era un hombre hondamente enrolado en las luchas políticas, apasionado por la figura de Ernesto Guevara, sobre quien escribió un pequeño libro: CHE, SANTO Y SEÑA; como también por el Libertador, en torno a quien creó su interesante segundo libro de cuentos, BOLÍVAR Y LOS SENTIDOS.

Ganó un concurso internacional de relatos, en Madrid, con LIBORIO, una pieza sobre el fútbol.

Realmente, escribía incansablemente y publicaba en revistas locales y de fuera, pero no se daba el tiempo de pulir los textos, porque además de la Casa de la Cultura, los mítines políticos, las clases en la Escuela Universitaria “Salvador Allende” y las obligaciones del hogar, estaban sus deberes deportivos, dentro del cumplimiento de uno de los cuales, le encontró tempranamente la parca.

Tomás para unos, para otros Gerardo, o simplemente Geya, era muy querido en el ámbito familiar, sobre todo por la gente joven, gracias a su carácter desenvuelto y jovial, que, a veces pasaba a sus relatos.

Estos, sobre todo los 20 que componen AL OTRO LADO DEL ESPEJO, están entre los mejores de la nueva narrativa cuencana; lo afirmé hace 40 años y puedo volver a hacerlo hoy, con seguridad. El libro de Aguilar es de un tiempo en que había aparecido ya importante producción narrativa local, sin embargo, el autor pudo imponer en ese lapso su gran calidad y seguir haciéndolo a lo largo del tiempo, pero no sé qué pasó, y perdimos uno de nuestros grandes nombres del cuento cuencano, y ahora sabemos que fue para siempre. ¡Por tanto, creo que las instituciones culturales están en la obligación de rescatar este libro para el presente y el futuro!  (O)