Las pensions vitalicias

Marco Carrión Calderón

Cuando hace pocos días hemos conocido de un “juez” que a pedido expreso de Jorge Glass ha dispuesto que el Ministerio de Finanzas entregue al ex Vicepresidente una elevada suma de dinero por concepto de pensiones vitalicias no entregadas a él, el país ha vuelto a sentir la tremenda sensación de que aquí no hay leyes ni el Estado de Derecho tiene significación alguna.

Cuando los delincuentes y más sentenciados por las Cortes, de acuerdo a las Leyes vigentes, la forma más sencilla de evitar el castigo aplicado, de acuerdo a la Ley, el recurso más sencillo consiste en trasladarse a algún lugar remoto, a algún pueblito apartado y desconocido y allí buscar al Juez más ignaro e insignificante para presentarle la solicitud de eliminación de su sentencia. Entre la sospecha de si habrá, junto a la solicitud, algún fajo de billetes para “aceitar” el trámite.

Mediante este mecanismo hemos visto anular sentencias judiciales, sacar en libertad a delincuentes, devolver lo incautado en calidad de bienes mal habidos y producto de “lavado de activos” etc. Todo el país se indigna y reclama, se hace editoriales y artículos protestando sobre un mecanismo tan inconcebible de burlar la justicia, pero de nada sirven y no hay autoridades a las que parezca importarles estos hechos. Se ha llegado al absurdo estado de “agachar” la cabeza y dejar pasar todo. Me imagino que, en muchos casos, cuando hay narcotráfico de por medio, será en miedo a la venganza delos involucrados, y en casos como el de Glass al más humillante quemeimportismo en el que ha caído la sociedad ecuatoriana a la que ya nada le va ni le viene en cuestión de leyes y de sanción a los delincuentes de cuello blanco o de huiphala.

Pero dejando esto de lado ¿parece justo que los Presidentes y vicepresidentes reciban una elevada Pensión Vitalicia por haber sido tales, sin considerar si fueron buenos o malos, si duraron poco o el tiempo normal, de si robaron o no…? El caso de Glass es patético: condenado por cohecho, asociación ilícita y corrupción a la cárcel y a devolver determinada suma de dinero; no ha cumplido ni lo uno ni lo otro ya tiene la desfachatez de pedir al Estado que le entregue, de por vida, una pensión mensual a la que la gente honorable nunca llegaría. (O)