Con pies de plomo

David G. Samaniego T.

No es la hora de prisas ni carreras. Es tiempo apto para un caminar pausado y para dejar que la mente hurgue en su interior y restaure valores patrios que andan deslucidos en los años que vivimos. Seamos generosos con nosotros mismos. Regalémonos esas horas para reflexionar, para un pensar profundo en nuestras responsabilidades, para avizorar la cercanía de horas llamadas a ser testigos de decisiones importantes. Ya hemos vivido meses de profundo malestar, de inestabilidad en diversos frentes, de dudas y cavilaciones innúmeras. Ecuador requiere un alto para decidir su futuro. Personalmente creo que es tarde para esto, pero no demasiado tarde. Mis ochenta y siete años, vividos junto al Tricolor nacional, me autorizan a declarar que la esperanza no está perdida y que ustedes y yo tenemos fe en nuestros compatriotas que saben cómo y cuándo dar la batalla precisa para evitar que se mancille nuestra bandera.

El domingo, recientemente pasado, sufrí una decepción conceptual. Mientras con mi esposa dábamos una vuelta por Anconcito, Ancón, San Vicente, Punta Blanca y La Libertad, oíamos la transmisión de la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional que elegía a sus autoridades. Sin entrar en detalles algo me inquietó y luego decepcionó. Más allá de los nombres de las personas elegidas, lo que me llamó la atención fue la fórmula de juramento usada para cimentar lo realizado. Con voz alta y pausada se pedía: Jura por su honor …. y todo lo demás.  Es posible que esté equivocado, pero me puse a pensar en la solemnidad del juramento y en qué se sostenía la palabra de quien pronunciaba ese SÍ JURO. Jura POR SU HONOR … ¿Cuál es la garantía del juramento? El honor de quien jura. ¿Quién garantiza que esa persona sea honorable? ¿Cómo puede sobreentenderse que una persona es honorable porque ha sido elegida para ciertas funciones?

Sin entrar en disquisiciones en el sentido de que todos somos honorables hasta que la ley diga lo contrario, creo que un juramento para dignidades tan altas, como aquellas elegidas el domingo catorce, no debe ser por el honor personal sino, como un ejemplo: Juro ante el Tricolor Nacional, juro por la Constitución, es decir, juro por algo sagrado y trascendente que no sea el YO, demasiado frágil y veleidoso para validar una elección.

¿Nimiedades? Puede ser. Lo adjetivo nunca debe estar reñido con lo sustantivo. (O)