Vehículos electorales

Partidos sin candidatos y candidatos sin partidos.  Esta expresión resulta simbólica porque explica una triste realidad en el panorama político ecuatoriano cuyas pruebas tangibles emergen con ineludible claridad en este nuevo proceso electoral. Organizaciones políticas tradicionales y renombradas, como la Izquierda Democrática o el Partido Social Cristiano, carecen de la suficiente solidez y vigor para generar cuadros propios. Por consiguiente, se han visto en la necesidad de ofrecerse como vehículo electoral a candidaturas ajenas con el propósito de poder participar en esta contienda electoral desde un posicionamiento con mayor ventaja para sus aspiraciones en la Asamblea.

Por otro lado, emergen personalidades que irrumpen en la esfera política gracias a sus habilidades mediáticas.  Son nombres que, por circunstancias que suelen coincidir con momentos de fama, efímeros vínculos políticos o actividades privadas en el ámbito empresarial o gremial, se consideran con la capacidad de orquestar el aparato estatal en su totalidad.  A pesar de su escasa construcción política e ideológica, o peor aún, de su rechazo hacia lo político, asumen que gobernarán acompañados por los mejores equipos y bajo las mejores propuestas. Y hay quienes les creen.

Así, las tiendas políticas, convertidas en vehículos de alquiler, terminan prestándose como simples herramientas para configurar la oportunidad que les otorgue supervivencia: un par de curules en la Asamblea.   En ocasiones sólo eso se necesita para negociar con el poder, como se ha constatado en quienes, de ser asambleístas, hoy ostentan flamantes nombramientos gubernamentales.

Así las cosas, sólo resta a la ciudadanía castigar politicamente a las organizaciones que menosprecian la importancia de las democracias internas, la indispensable formación de cuadros, las escuelas de formación política y los debates internos sobre los proyectos. En otras palabras, el electorado debería rechazar a los partidos que se han convertido en meros vehículos electorales, al igual que reprochar a los seudolíderes que no han sido capaces de articular un proyecto político coherente.