Hora de sentar precedentes

Edgar Pesántez Torres

Toda muerte es conmovedora, pero más intensa aquellas hermanados por afinidad parental, coterraneidad, coetaneidad, amistad, género y otras circunstancias. Por ello mi estremecimiento ante el accidente mortal ocurrido el 8 de este mes con una ciudadana cuencana, mujer joven, médica, defensora de los animales, cuyo infortunio me ha hecho ratificar que en este mundo ninguna cosa es más cierta que la muerte y la injusticia.

Carolina Espinosa, 27 años de edad, circulaba en su motoneta por la Avenida de las Américas, cuando imprevistamente encontró con una de esas oquedades que abundan en calles y avenidas de esta ciudad, lo que hizo se provocara un terrible accidente que lo llevó a UCI del Hospital Vicente Corral Moscoso por 12 días y luego hacernos confirmar que la muerte no siempre llega con la vejez sino por negligencias humanas. Esta vez, la inoperancia de las autoridades, la falta de control y señalización en las vías y la indolencia de los contratistas, fueron causas del accidente y la expiración de la joven profesional.

En ciudades donde las autoridades responden a cabalidad con sus funciones no se dan estas fatalidades, no hay fallecimientos por estas causas y si las hay, tienen que responder ante la justicia con severas penalidades y altísimas indemnizaciones. Ya sucedió así en Guayaquil años atrás, en donde el dueño de un vehículo averiado por caer en un hueco asfáltico, demandó al Municipio de Guayaquil.

No es posible que al pueblo se le siga cobrando sinnúmero de impuestos, disqué para dar mejor servicio y seguridad, sin embargo, siguen existiendo este tipo de accidentes. Los señores constructores no se preocupan en advertir al usuario con un mínimo de señalización, más bien son ellos quienes dejan obstáculos y excavaciones al descubierto. A los contratistas no hay quien los inspeccione, pero sí exigen pago por adelantado por sus obras a realizarse.   

Es verdad que a la muerte hay que firmarle un pacto para que ella no nos persiga ni nosotros huyamos de ella, pero también firmamos un contrato social para vivir con alguna seguridad y no tener que exponernos a accidentes que dejan graves pérdidas materiales y sobre todo fallecimientos, fácilmente prevenibles.  

La muerte de Carolina no puede quedar en la impunidad, deben responder los que permitieron que esa calzada esté destruida y haya ocasionado la fatalidad. Claro que ninguna indemnización puede suplir en mínima parte su vida, no obstante, debe servir de escarmiento a futuro. (O)