Una amazona entre 300 jinetes

BENI ARÚS (MARRUECOS).- De entre los 310 gorros amarillos de los jinetes, destaca una cabeza con un pañuelo verde. Es Zohra Sidki. EFE/ María Traspaderne

Beni Arús (Marruecos).- De entre los 310 gorros amarillos de los jinetes, destaca una cabeza con un pañuelo verde. Es Zohra Sidki, la única amazona de «Mata», un explosivo y pintoresco festival ecuestre marroquí de cabalgada a pelo, en el que consiguió competir gracias al tesón y a su «corazón de piedra».

Esta competición que se inspira en el «buzkashi», el juego asiático que según cuentan importó de sus viajes el poeta sufí marroquí Mulay Abdesalam en el siglo XIII, reúne cada año a los jinetes de los pueblos del triángulo entre Tánger, Tetuán y Larache para hacerse, a la carrera, con una muñeca de trapo.

Antes, al jinete que la conseguía se le daba una mujer para casarse. Hoy la tribu triunfadora recibe dinero y trigo. Esta tradición, que Marruecos aspira a convertir en patrimonio inmaterial de la Humanidad, conforma la sociedad de la región, donde los niños empiezan a montar al tiempo que a caminar.

«EL CABALLO LO ES TODO»

La tradición de «Mata» (palabra que da nombre a la fiesta y a la muñeca) se conservó a pequeña escala hasta que hace once años la familia Baraka, descendiente de Mulay Abdesalam, la rescató y acogió en sus tierras de Beni Arús, 50 kilómetros al sur de Tánger. Este domingo acude allí un buen número de personalidades para ver correr a los jinetes en la gran final.

«Aquí, para los hombres no es importante tener un coche o una casa, lo más importante es tener el caballo. Hasta duermen con su caballo. El caballo para ellos lo es todo», resume Nabila Baraka, que quiere fundar una escuela de jinetes y amazonas en los terrenos de la familia.

Hace medio siglo, cuando «Mata» era un juego de unos pocos que pasaba de generación en generación y se celebraba en las kilométricas playas del pueblo pesquero de Asila, Zohra empezó a competir. Era una niña de 11 años, tozuda y «difícil», como ella misma se describe.

Hoy tiene, duda ella, entre 60 y 65 años, facciones duras y sonrisa reservada. En las llanuras de la competición, con decenas de jinetes entrenando al fondo, Zohra explica el complicado camino hasta hacerse un hueco.

«Cuando era pequeña mi padre competía, tenía una yegua y yo le decía siempre que quería competir como él, pero se negaba porque me decía que era difícil para mí y los chicos me podían pegar. Me he caído mucho y los chicos me pegaban, pero ya he superado todo eso», dice con cabeza alta.

De niña se entrenaba llevando la comida a su padre a lomos de la yegua, hasta que un día las autoridades se presentaron en su casa y preguntaron por ella porque en el pueblo, explica, corría la voz de su talento.

Fue el «caíd» (gobernador) el que convenció finalmente a su familia para que la dejaran correr. «Propuso llevarme a Asila para participar. Mi madre no quería que fuera, pero yo lloraba y rogaba a mis hermanos, que consiguieron convencer a mi padre».

«HAY QUE SER VALIENTE PARA IMPONERSE»

Zohra no trabaja porque, dice, a su edad nadie la quiere emplear, pero haber pasado los 60 no le impide seguir compitiendo. Lo hace con una yegua «alquilada» porque no tiene dinero para comprar una. Eso hace difícil que entrene todo el año. Aún así, la primera y única amazona de «Mata» ha ganado el campeonato siete veces, tres en los terrenos de los Baraka.

«Antes se preguntaban cómo podía ser que hubiera una mujer compitiendo entre hombres y que participara con tanta fuerza. Hay que ser valiente para controlar a tu yegua e imponerse a los otros».

Así se explica esta mujer del Marruecos rural, divorciada, que no sabe leer ni escribir y se enfrenta ahora a tener que reconstruir su casa, arrasada por las lluvias recientes. Y para la que un accidente de autobús hace dos años, que le impidió participar las pasadas ediciones, no supone ahora un obstáculo.

El tiempo sin competir lo vivió mal. «Estaba triste, porque veía a los otros jinetes y me decía que tenía que estar con ellos. Mi lugar está aquí. No puedo dejar de participar y correr».

Zohra, que llama a los otros jinetes sus «hermanos», tiene una hija y cuatro nietas. Le gustaría verlas montar, pero alberga poca esperanza. No tienen, dice, su «corazón de piedra».

Contesta con un rotundo «no» a la pregunta de si alguna niña, chica o mujer de la zona podría competir en «Mata». Ellas se encargan de elaborar la muñeca, una tarea que enseñan de generación en generación y llevan a cabo juntas entre cantos y ulules.

BENI ARÚS (MARRUECOS)- De entre los 310 gorros amarillos de los jinetes, destaca una cabeza con un pañuelo verde. Es Zohra Sidki, la única amazona de «Mata», un explosivo y pintoresco festival ecuestre marroquí de cabalgada a pelo, en el que consiguió competir gracias al tesón y a su «corazón de piedra». EFE/ María Traspaderne

El largo camino de noes de Zohra convertidos en síes podría perderse en la historia del festival si no se fomenta la participación femenina, algo que espera hacer la familia Baraka con su proyecto de escuela.

Seguramente solo así, su tozudez servirá para que esta tradición pase también de madres a hijas. EFE