Esmeraldas, lluvias y pobreza

La inusual crecida de los ríos en Esmeraldas redescubrió, una vez más, la pobreza y la extrema pobreza en esta provincia.

Es una las regiones más olvidadas por el Estado. Donde, paradójicamente, las administraciones municipales – no sólo de su capital, también de los demás cantones – y del Consejo Provincial, han sido poco o nada transparentes.

Servicios públicos como agua potable, alcantarillado, entre otros, son, salvo excepciones, un sueño inalcanzable; peor en barrios periféricos cuya proliferación también implica más pobreza.

Semejante situación es peor en las zonas rurales. Sin oportunidades de trabajo, sin acceso – pero como debe de serlo – a la educación, a la salud, a vivienda digna, a alumbrado público, Esmeraldas, en el “mapa de la pobreza” del Ecuador es el “foco rojo”.

Las torrenciales lluvias del pasado fin de semana arrasaron con todo. Dejaron un escenario de lodo, aguas servidas al aire libre, casas destruidas, otras flotando en el agua, socavones en varias vías, y miles de damnificados. El “caldo de cultivo” para enfermedades tropicales.

A la violencia producto del narcotráfico, potenciado a lo máximo por limitar con Colombia, desde donde vienen los cargamentos de droga, otra vez Esmeraldas es víctima de la inclemencia del tiempo.

El ministerio de Transporte y Obras Públicas declaró el estado de emergencia vial. Las carreteras están colapsadas. Cuando esto ocurre, todo se paraliza.

Ojalá esa declaratoria, como sucedió con Azuay, no sea letra muerta, y todo quede en buenas intenciones o medidas paliativas.

La asistencia social del gobierno es oportuna. Igual la ayuda proveniente desde varios sectores del país, en especial de alimentos y vituallas.

Insistimos: esta vez la naturaleza vuelve a echarle en cara al Estado por su forma inequitativa de ser gobernado, y de ignorar este “reguero de pobreza”.