¡Qué resuciten las oportunidades!

Gerardo Maldonado Zeas

En algún momento, los seres humanos hemos sentido esa soledad infinita respecto al futuro de nuestras vidas, la familia, y el trabajo. Me conmovió hace pocos días ver a un grupo de jóvenes graduados en una universidad ecuatoriana, enseñando en las redes sociales su cartón, sin sonrisas, ni aliento prometedor, cumpliendo el ritual de informar que escalaron un peldaño.

Hay miles de profesionales sin trabajo, dispuestos a hacer una variedad de actividades con cualquier remuneración. Cuando nuestra generación terminó la universidad la situación era parecida, con la diferencia de que se podía, investigando un poco, encontrar programas de apoyo financiero asequibles, o aspirar a una beca para estudiar en el exterior. Quienes logramos salir, tuvimos una agenda de estudios muy rígida, luego las puertas se nos abrieron con las limitaciones propias de la oferta de trabajo. Empresarios e instituciones públicas nos buscaron para desempeñar cargos de niveles medios y altos, y el ejercicio de la cátedra en los centros de educación superior se volvió accesible.

Desde hace más de tres décadas, han cambiado leyes, reglamentos, y modelos de educación; se deduce que los formados en esta era de la información e Inteligencia Artificial (IA), tienen sólidos conocimientos y gran talento emocional, por lo cual los empleadores públicos y privados no deberían dudar en ubicarles para hacer honor a sus méritos y sacrificio. Pero están relegados, por cuotas políticas, compadrazgos, falta de visión y ausencia de auténticos líderes.

En estos días algunos ecuatorianos cumplimos 30 años de graduación en la querida alma mater INCAE Bussiness School; la gran mayoría accedimos a los programas de postgrado con becas de al menos el 50 % con el apoyo del gobierno ecuatoriano a través del BID y el Banco Mundial o con otras entidades como la Fundación Internacional y las organizaciones para promover la educación y formación de jóvenes bajo la dirección de ese gran empresario y humanista llamado Marcel Laniado de Wind. En 2023, así como en los anteriores años, muchos graduados tratan de mejorar su nivel académico, claman apoyo, los padres se deshacen de parte o todo su patrimonio, intentan conseguir financiamiento para que los hijos no trunquen sus metas.

Sirva esta reflexión con el recuerdo de haber alcanzado el cuarto nivel hace ya tantos años, para enfatizar que la inmensa mayoría de quienes estudiamos en otros lares, y regresamos a nuestra patria querida, honramos el compromiso de devolver algo a la sociedad. Ver la vida desde afuera ayuda a mejorar una carrera profesional, pero sobre todo nos hace fuertes para enfrentar los duros avatares de la existencia. ¡Que resuciten las oportunidades!  (O)