¿Se informa, atiborra o desinforma?

David G. Samaniego Torres

El título, a mi entender, lo dice todo. Antes de leer estas líneas puedo presentir que en la mente de ustedes surgen voliciones tan diversas como enojo, estupor, contrariedad, aplausos, dudas y también curiosidad.

El Ecuador de estos meses vive demasiado sujeto al ‘ahora y talvez´ que imposibilitan un conocimiento real de aquello que sucede; se desconocen causas, se arman conjeturas, se da rienda suelta a los tal vez y quizás; al final de la tarde nos hallamos atiborrados de episodios y conjeturas y, así vivimos ayer, hoy ha sido algo similar y mañana volverá el cántaro a la fuente, esta vez sin romperse. Este es el tema que deseo abordar con ustedes, tema ingrato y tema, a la vez, de capital importancia para la formación de la conciencia nacional con todas sus derivaciones.

Hace algunos años fui director de la Escuela de Periodismo de la ULVR de Guayaquil. Allí conocí a Fausto Valdivieso, Tanía Tinoco, por citar a dos comunicadores que dejaron de enriquecernos con su trabajo, prematuramente.

Encuentro elementos ajenos al deber de informar que se han ido colando en los últimos años: por el desarrollo de la tecnología, por la comercialización de los espacios noticiosos y por una cierta morbosidad yacente en emisores y usuarios de la noticia que se ha vuelto un producto idóneo para captar consumidores mediante todos los medios a su alcance. Consecuencia de esto es la necesidad y la urgencia de buscar hechos, proyectos, declaraciones, etcétera, para satisfacer a los oyentes y también videntes en la mayoría de los casos. No se trata de acontecimientos vitales para el país que todos deben conocer, tampoco de circunstancias que no pueden omitirse; son tramas al margen de lo sustantivo, son especulaciones, ingeniosas en unos casos que van creando un ambiente nada positivo para el país, denso en intrigas y proclive a interpretaciones ajenas a lo sustantivo.

Aplausos para los espacios noticiosos creados para informar con parsimonia, siempre ajustados a los hechos. Repudio al misterio, teatralidad y a la permanente búsqueda de nimiedades y extravagancias que desdicen de la esencia de la información.

Los ecuatorianos merecemos que ciertos programas en determinados medios sean revisados a fondo porque nos interesa la esencia de los hechos; porque necesitamos vivir informados, pero no intranquilos por suspensos planteados innecesariamente; porque está bien destacarse entre otros canales, pero sin alborotar la sociedad impidiendo su paz y real información. (O)