Alma Mater, entre la música y la academia 

Fernando Ortiz, Freddy Cabrera, Dalila Heras, Esteban Heras y Pedro Zea, músicos y docentes, integrantes de Alma Mater.
Fernando Ortiz, Freddy Cabrera, Dalila Heras, Esteban Heras y Pedro Zea, músicos y docentes, integrantes de Alma Mater.

Dueños de un oído afinado, en cuestión de segundos se define el acorde adecuado. Ensayan los sonidos de la batería, guitarra, bajo y el teclado para el arranque de una nueva melodía

Entre risas, camaradería, cables, micrófonos, instrumentos, apuntes de letras remarcadas a mano con notas e indicaciones precisas para cada canción, estos músicos empiezan su ritual habitual en una velada de ensayos de Alma Mater.  

A sus cinco integrantes, la noche del miércoles último, se los encontró empeñados en alcanzar la melodía y los acordes correctos para la canción “Persiana Americana” de Soda Stereo, uno de los temas que se incluyen en el nuevo repertorio para una pronta presentación.

Pedro Zea y Freddy Cabrera se ocupan de ajustar los equipos de sonido a sus instrumentos. Esteban Heras, con las baquetas en las mano ensaya los movimientos para lograr la melodía original de la banda Argentina.

Fernando Ortiz, el tecladista, repasa las notas de la canción mientras tararea una letra que le ha dado vueltas en la cabeza desde la mañana. 

Un poco después llega Dalila Heras, la vocalista del grupo. Su presencia alerta a  todos para empezar la jornada musical. Un breve diálogo para las últimas instrucciones muy precisas y tres, dos, uno. Suena “Persiana Americana”, interpretada por primera vez en la agrupación. 

Los cinco se convocaron para las 18:30, después que cada uno cumpliera con sus jornadas académicas como docentes en la Universidad de Cuenca. Incluso cuatro integrantes están culminando estudios doctorales en sus respectivas áreas. 

A cada ensayo o presentación, acuden entusiastas porque lo asumen como una “terapia de relajación” para descargar el estrés y ajetreo diario de impartir clases, cumplir con los sílabos, informes, planificaciones y más. 

Inicios

Una amistad generacional que se consolidó en la universidad. Así lo resalta Freddy Cabrera. Allí nos conocimos con Fernando en los patios, en el espacio verde de la universidad, entre presentación y presentación.

Y claro, el rock clásico en inglés y el rock latino constituyen la esencia de la convergencia para este grupo de apasionados por la música. Uno más que otro se siente identificado con alguna de esas emblemáticas canciones.

Entre pláticas e intercambio de ideas, a veces en reuniones imprevistas en los corredores y aulas de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, fue forjándose la iniciativa de consolidar un grupo musical. 

Todo fluyó porque, además de esa vocación innata por la música, cada uno aportó con sus instrumentos y, sobre todo, con sus experiencias anteriores. Freddy vino de ser guitarrista del legendario Grupo Temporal, marcado por la música protesta, y del grupo Ébano, creado en 1998. 

Igual ocurre con Pedro, Esteban y Dalila, cada uno con una marcada trayectoria y tradición musical. 

Y en esa línea, Fernando Ortiz, hoy decano de la Facultad de Filosofía, desde muy joven se relaciona con la música como integrante de “La Pandilla”, un grupo musical del colegio Río Upano, en su natal Sucúa. A pesar de no haber recibido clases formales de música, logró interpretar las canciones a punta de oído. “Durante mi etapa colegial, alcanzamos un considerable éxito con mi grupo musical”.    

La evolución musical de Alma Mater es palpable. “Desde el primer momento, la suma de talentos e inquietudes musicales ha ido consolidándose. Nos hemos conocido a fondo en cada presentación y en cada ensayo”, señala Esteban Heras.

Pedro Zea, el guitarrista principal y docente de la carrera de Comunicación en la Facultad de Filosofía, desborda creatividad y talento en cada interpretación. Su sorprendente destreza musical le permite guiar al grupo hacia el género musical que piden los públicos.

En escenario

Alma Mater, en una presentación ante los alumnos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca.

“La indescriptible adrenalina generada por el escenario se manifiesta como un conjunto de emociones muy singular”. Es la confesión espontánea de Dalila Heras.

Esteban Heras, el baterista, cuenta que disponen de un tiempo limitado para ensayar, solo una vez a la semana. “Para mantenernos conectados y coordinados, tenemos un chat donde compartimos inquietudes, tomamos decisiones como grupo y compartimos ideas y directrices claves sobre las canciones”. 

Una de sus primeras presentaciones fue en el auditorio del campus Balzay. Lo anecdótico estuvo marcado por un apagón inesperado del amplificador del bajo, además, una cuerda de la guitarra principal se reventó en plena presentación. Pero ni eso ni nada les ha quitado inspiración, siguen con más ímpetu, porque saben que la música, la amistad y experiencias de aprendizaje los moviliza e impulsa.

Después de dos horas ininterrumpidas de ensayos y repeticiones, llega una breve pausa para disfrutar de un café. Es un momento para la risa, las bromas, temas triviales y ajustes adicionales a las canciones. Mas, Dalila sigue tarareando una melodía en inglés y realizando ejercicios de vocalización. 

Los instrumentos se empacan con meticulosidad y el grupo se va con alegría, con los acordes de las melodías ensayadas aún resonando en sus mentes. Se baja el telón con un abrazo y hasta la próxima semana. 

“Los educadores siempre seremos como los padres también en imagen, eso nos genera responsabilidad y nuestras buenas acciones estarán en el ojo de quienes están compartiendo el proceso de aprendizaje con nosotros”.

Freddy Cabrera,
docente y músico

El ejemplo es la semilla

En cada canción que interpretan inevitablemente afloran sentimientos y pensamientos del presente o del pasado. “Personalmente, rememoro los años de juventud, cuando solíamos salir a dar serenatas. Vienen a la mente muchas historias”, recuerda Pedro Zea.

Entre las canciones que ya son parte inevitable en su repertorio y les tienen un especial aprecio están «Another Brick in the Wall», de Pink Floyd, y «The Roadhouse Blues», de The Doors. Son canciones para la apertura de las presentaciones. Melodías complejas que necesitó mucho ensayo, pero además por el respeto a los músicos de esas bandas, unos monstruos musicales que hicieron canciones famosas en el mundo.

El convencimiento de Freddy Cabrera es que la educación, la música y todo lo artístico van de la mano. Para reforzar, trae a memoria aquella frase de Paulo Freire sobre que el educador tiene que ser un artista, repintar el mundo. “Cuando nosotros tocamos frente a los chicos, ellos disfrutan al ver a su profesores haciendo música y arte. Pensamos que sí es un motivante”. 

«Lo importante es divertirnos y comunicarnos con el público, sentir la música. Es mucho más que tocar un instrumento en solitario o cantar, es comunicar alegría, nostalgia, amor, diversión. Como grupo, como conjunto de amigos, estamos aquí haciendo lo que nos apasiona», menciona Dalila Heras, la vocalista principal de Alma Mater.

Eso ocurrió cuando, en una presentación en diciembre, en la Facultad de Filosofía, los alumnos los vieron en escenario y coreaban sus nombres, incluso al final se acercaron a felicitarlos. (I)