La naturaleza de la guerra

Hernán Abad Rodas

Cada belleza y grandeza de este mundo es creada por una emoción, y por un solo pensamiento en el interior del hombre. Un pensamiento que acuda en la noche a la mente humana, puede elevarlo hasta la gloria, o reducirlo al asilo de las más bajas pasiones.

Las revoluciones que han derramado tanta sangre, las devastadoras guerras que han destruido imperios y naciones, fueron obra de un pensamiento que existió en la mente de un individuo.

Los antropólogos nos dicen que el Homo Sapiens es la única especie conocida que da muerte a sus semejantes con violencia y crueldad sistemáticas.

La guerra es una forma organizada e institucionalizada de ejercer la violencia y la crueldad. Durante los últimos cinco mil años, fue una de las instituciones principales de la humanidad. Se ha gastado en guerras la mayor parte del excedente de la producción; es decir, aquella que va más allá de lo necesario para la mera subsistencia, para mantenernos vivos y evitar que se extinga la especie.

Seguramente la guerra es imposible sin un excedente de producción, porque ésta exige horas de trabajo, alimentos, materiales para armas y equipos militares.

El asesinato existe en todos los países, y todos ellos los prohíben estrictamente y lo castigan con severidad. Sin embargo, las mismas naciones que castigan el asesinato, que es un acto individual, no tienen empero ningún sistema para castigar y condenar la guerra que es un acto criminal cometido por ellas.

La bárbara ley que se ha impuesto a través de la historia de la humanidad, establece que el que “gana” es justo. Pero la contradicción explicita en esta idea es tan flagrante, que nadie puede considerar sostenible semejante definición de JUSTICIA. Sin embargo, desafortunadamente el hombre ha prestado tácito asentimiento a esta ley irracional durante miles de años.

Es evidente que en un mundo como el actual, controlado enteramente por la fuerzo económica y militar, es difícil que naciones pequeñas o medianas por cautas que sean, logren evitar verse envueltas de una u otra manera en conflictos no buscados.

Es duro admitir, que es característico del ser humano ser muy sensible a los propios dolores e insensible a los sufrimientos de los demás.

La paz no nace por decreto o generación espontánea, se los edifica día a día, sobre la verdad y la justicia que son sus bases sólidas.

¿Acaso es un honor para el hombre matar a su hermano?, ¿puede el poeta componer sus cantos bajo las estrellas veladas por el humo de los misiles?, ¿puede el músico tocar el laúd en una noche cuyo silencio es violado por el terror? (O)