La Agenda 2030 y la Iglesia

Bolívar Jiménez Álvarez

El 25 de septiembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó un plan no vinculante sobre el Desarrollo Sostenible en torno a 17 Objetivos y 169 metas para cumplirse en un plazo de 15 años. Entre esos objetivos están: Fin de la pobreza, Hambre cero, Salud y Bienestar, Energía asequible y no contaminante, Reducción de desigualdades, etc. ¡Atrayente! ¿Verdad? Esta es la envoltura que suena muy bien y parece responder a la anhelada restauración de un humanismo real venido a menos a partir de la Modernidad, pero que encierra otros propósitos eufemísticamente invocados, que es lo que en el fondo interesa a quienes tienen el poder en sus manos como son: la ideología de género, aborto, eutanasia, ecologismo y el control de la educación y la salud; y que además, es lo más fácil y menos complicado de realizar, valiéndose de la debilidad de los gobiernos estatales, la dependencia económica de ciertas entidades (ONGs) y la ingenuidad de algunos activistas sociales y líderes religiosos.

La Iglesia Católica, representada por la Santa Sede, no es miembro de derecho pleno de la ONU, pero tiene un Observador Permanente desde 1964, lo que significa que la Santa Sede no es miembro de derecho pleno de la ONU, no tiene derecho a voto, pero sí forma parte de ella y participa en sus debates aportando ideas.

El 25 de septiembre de 2015, el Pontífice intervino en la Asamblea General de las Naciones Unidas con motivo del 70 aniversario de su fundación,  y en su alocución el Papa Francisco señaló que «la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre Mundial, es una importante señal de esperanza», pero añadió: «debemos evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista que tranquilice nuestras conciencias».

Y aunque se nota la reserva del Papa, los propagandistas del plan siguen citando sus palabras “… señal de esperanza” como simpatizante y adalid. Pero esto no es del todo así. La Iglesia alienta todo aquello que edifique al hombre, pero jamás lo que menoscabe su dignidad integral.

Habrá entonces, que rever el acatamiento ciego de ciertos crédulos que, a costa de una mal entendida ecología, están haciendo desaparecer los signos de identidad cristiana como son los ramos de Semana Santa o los helechos de navidad, que es lo que también le interesa a los ideólogos de la Agenda 2030. (O)