Cultura de la corrupción

Hernán Abad Rodas

 El Capo Rafael Correa en sus sabatinas imperiales tenía razón cuando decía que nos íbamos acordar mucho de él, por la corrupción de su gobierno, por supuesto.

El Ecuador atraviesa por un período de preocupantes turbulencias económicas, políticas y sociales, sobre todo por el tsunami de la corrupción que puede tirar fuera de borda su frágil institucionalidad.

Cuando se rompe el control cruzado del poder entre el Legislativo, Judicial y Ejecutivo; se pierde la vigilancia del manejo administrativo de un país, destruyendo la organización que permite el desarrollo y que da los elementos básicos de su crecimiento y bienestar.

Uno de los grandes males, destructor de las instituciones, así como de la política, es la corrupción. Se perfecciona aún en los países que tienen sólidas democracias, en donde es complicado corromper.

La corrupción en nuestro país ya no es un episodio aislado. Es un estado de cosas, una especie de aire contaminado y de enfermedad colectiva.

La corrupción prospera cuando hay tolerancia social, adoración al dinero y al éxito irracional, y por un apetito desmedido de poder. Su origen está en la caducidad de los valores morales y en la ignorancia de la ética.

La corrupción se ha convertido en una “cultura”, en un modo de ser, y es el eje en torno al cual gira la demolición de la democracia, la destrucción del Derecho y la inauguración del Estado de Propaganda. Esa cultura hace metástasis, convierte a la mentira en verdad, construye “liderazgos”, protege a sus mentores y beneficiarios.

Lo más grave de la corrupción, es que, en todas partes tiene apóstoles y barras bravas que aplauden bajo la perversa tesis de que: “cierto es que robó, pero hizo obra”.

Es penoso y vergonzante pensar que, durante más de una década estuvimos gobernados por una abundancia de sinvergüenzas, espiritualmente mínimos, que saquearon sin misericordia al Ecuador; seguidos y venerados por una gran cantidad de borregos insulsos y anodinos, distribuidos en todas las instancias del poder político y en las instituciones del Estado.

El freno a la corrupción también se logra cuando organismos independientes del poder político emprenden un combate sin misericordia a los corruptos.

La triste realidad es que, hoy vivimos en un país arrasado por el saqueo económico y moral, con una JUSTICIA CAUTIVA de la corrupción.

Para poder funcionar en un sistema de derecho, son necesarias cualidades, éticas y morales incompatibles con la manipulación de la justicia. (O)