Abril aguas mil… y los límites del antropoceno

Tito Astudillo S.

Es casi sarcástico que el común denominador entre la lluvia de noviembre y el abril aguas mil, sea la prolongada sequía que nos lleva a niveles de estiaje históricos (y lo histórico se vuelve cotidiano).

Pero ¿cuál es la pregunta? Recuerde que, sin pregunta no hay respuesta y; con pregunta equivocada, aun la mejor de las respuestas puede resultar errada; de modo que, encontrar o formular la pregunta correcta, nos pondría en camino de una respuesta más adecuada.

Gandhi decía, a modo de retórica reflexión que, si el progreso inglés le ha costado al planeta la mitad de sus recursos, ¿cuántos planetas necesitaría la India para alcanzar tal progreso?, si extrapolamos podemos preguntarnos: ¿cuántos planetas demanda la cosmovisión antropocéntrica del bienestar, definido desde la sociedad basada en la economía del consumo para alcanzar ese estándar a escala global?

¿Será acaso que los cambios y transformaciones del clima son producto del cambio climático? ¿Parece lógico? ¿Parece redundante? ¿Parece absurda una pregunta como esa, en un espacio como este? O, todo lo contario, resulta incómoda una pregunta como esta que nos convoca a repensarnos, desde nuestras cotidianas formas de comportamiento y consumo.

Las primeras sociedades fueron comunidades biocéntricas, es decir, comunidades que se entendían desde su propia participación como elementos de un conjunto mayor, un conjunto dinámico, animado e interdependiente.

Reemplazar la cosmovisión biocéntrica por la cosmovisión antropocéntrica significa, en un reduccionismo necesario como ejercicio didáctico, colocarnos como fin del sistema y poner todos sus elementos y dinámicas en utilitaria posición de servidumbre a nuestro fin.

Regresar sobre una cosmovisión biocéntrica significa recuperar prácticas, usos, costumbres, formas de relación y consumo coherentes con el medio del que somos parte y no fin. (O)