La emboscada

Juan F. Castanier Muñoz

El día lunes pasado, la Fiscal Diana Salazar asistió a una reunión de la Comisión de Fiscalización de la

Asamblea Nacional, a la cual la había convocado su presidenta, la asambleísta Pamela Aguirre, con el fin

de que informe el estado de las investigaciones sobre los casos “Encuentro” y “León de Troya”. Mientras

se llevaba a cabo la mentada sesión, aparece de pronto, y como por arte de magia, en las pantallas de la

sala de sesiones, nada menos ni nada más que un prófugo de la justicia ecuatoriana, involucrado hasta

el tuétano en el caso “Metástasis” y conocido en el mundo de la narcopolítica con el alias de “el ruso”.

Nada tenía que ver, ni con la Asamblea, ni con la Comisión, ni con la agenda del evento, por lo que la

Fiscal General, en una acertada y firme decisión, procedió a retirarse de la sesión, expresando su

rechazo a la inaudita situación generada, a no dudarlo, por la presidenta de la Comisión y sus

conmilitones.

¿Cuál era el objeto de la dirigencia del correismo al traer, vía virtual, a un prófugo de la justicia, para que

intervenga en una sesión formal de la Comisión de Fiscalización?, pues llana y sencillamente,

“concederle” una tribuna, un escenario, para que “el ruso” haga el show, faltándole el respeto a la

máxima funcionaria de la Fiscalía y a la majestad de la legislatura ecuatoriana, si es que aún queda algo

de ella.

Una de las características de una emboscada es la preparación, la premeditación para el fin propuesto.

La otra característica es la clandestinidad, las sombras le vienen bien a una emboscada. La sorpresa, el

ataque traicionero, el causar el mayor daño posible, son parte de la radiografía de una celada. Casi todos

los “requisitos” se cumplieron el lunes pasado, pero con lo que seguramente no contaron “los

emboscadores” es con la reacción inteligente y medida de la Fiscal, así como con el juzgamiento que

deberán enfrentar ahora los responsables del denigrante e ilegal caso, si el resto de asambleístas se

comprometen, de una vez por todas, a respetar las disposiciones que norman el funcionamiento de la

legislatura, tras mejorar su alicaída y escuálida imagen. ¡Ay, la Pame! (O)