Nostalgia de mi bello país

Hernán Abad Rodas

Uno de los grandes males, destructor de las instituciones, así como de la política, es la corrupción. Se perfecciona aún en los países que tienen sólidas democracias, en donde es complicado corromper.

La corrupción en nuestro país ya no es un episodio aislado. Es un estado de cosas, una especie de aire contaminado y de enfermedad colectiva.

La corrupción prospera cuando hay tolerancia social, adoración al dinero y al éxito irracional, y por un apetito desmedido de poder. Su origen está en la caducidad de los valores morales y en la ignorancia de la ética.

La corrupción se ha convertido en una “cultura”, en un modo de ser, y es el eje en torno al cual gira la demolición de la democracia, la destrucción del Derecho y la inauguración del Estado de Propaganda. Esa cultura hace metástasis, convierte a la mentira en verdad, construye “liderazgos”, y protege a sus mentores y beneficiarios.

Es penoso y vergonzante pensar que, durante más de una década estuvimos gobernados por una abundancia de sinvergüenzas, espiritualmente mínimos, que saquearon sin misericordia al Ecuador; seguidos y venerados por una gran cantidad de borregos insulsos y anodinos, distribuidos en todas las instancias del poder político y en las instituciones del Estado.

La triste realidad es que, hoy vivimos en un país arrasado por el saqueo económico y moral, cubierto bajo el fúnebre velo de la NARCODELINECUANCIA y la impunidad.

En verdad siento nostalgias por mi bello país, y amo a mi pueblo a pesar de su inmensa desdicha. Alabo el sitio donde nací, me alegro de continuar viendo el hogar de mi niñez y de mi juventud.

Pero, si mis compatriotas se negaran a luchar para recuperar la paz, la dignidad, la ética, la moral, la libertad y la justicia que aún viven bajo el cautiverio del poder político; entonces convertiría mi alabanza en diatriba y mi anhelo en olvido.

Amo a mi ciudad natal como amo a mi país, con el mismo amor que siento por la tierra, que es mi patria de extremo a extremo; y amo a la tierra con todo mi ser, porque ella es el cielo de la humanidad, una manifestación del espíritu de Dios.

Te amo mi Ecuador, aunque eres débil ante los poderosos opresores NARCODELINCUENTES y pobre ante el ávidos ricos. Por estas razones derramo mis lágrimas, pero sueño verte rodeado por los brazos de la JUSTICIA, sonriendo y perdonando a tus perseguidores.

Las cosas materiales mutilan al hombre sin que éste padezca: el amor y la paz, le devuelven la vida con vivificantes colores. (O)