La inmensa alegría y el orgullo que provoca los triunfos alcanzados por el deporte ecuatoriano en las olimpiadas, no es sino una muestra más de la extraordinaria capacidad de resilencia de sus deportistas que se convierten en la esperanza de todo un pueblo que, por instantes, hace suyos estos logros y vuelve a soñar que es posible vencer con esfuerzo y dedicación, como lo han hecho ellos, las penurias, dificultades y toda situación adversa que atravesamos como país. Este no es nuestro triunfo, es el éxito de ellos, de sus familias y del cuerpo técnico que de manera generosa los acompaña. Sus medallas olímpicas vuelven a poner en el debate la falta de apoyo de instituciones públicas y privadas en su preparación, que acompañen el cuidado de su salud física y mental, que cubran aquellas necesidades deportivas esenciales como brindarles lugares de entrenamiento, financiar su indumentaria, sus viajes, incluso dotarles de fondos para subsistir, como así reclamaron varios deportistas previo a esta cita olímpica. Sin duda, el deporte a más de los beneficios que trae a la salud, propicia valores importantes para el ser humano, como la capacidad de superación de uno mismo, el trabajo en equipo, así como el respeto al oponente y a unas reglas acordadas; principios que bien vale la pena retomarlos en esta crisis ética que atravesamos.(O)
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Ana Abad R.