El empleo

Nancy Negrete Martínez


A lo largo de los años, el empleo ha sido estructurado, percibido y valorado de distintas maneras por las culturas y las sociedades. En este contexto, el empleo no debe ser visto sólo como una actividad económica sino también como una práctica sociocultural que tiene una gran influencia en la identidad, las relaciones sociales y los sistemas de valores de los individuos.
El empleo moldea las relaciones sociales. En los lugares de trabajo se forman grupos de amigos que comparten ciertas afinidades, lugares en común, anécdotas y, en estos espacios, muchas veces recibe el apoyo que necesita o, de lo contrario, tienden a ser fuente de conflictos. Cabe señalar que estas dinámicas de estructuras de poder y jerarquías establecidas en su entorno laboral continúan marcadas en una estructura social más amplia y se reflejan en las interacciones diarias; por ejemplo, su jefe “seguirá siendo su jefe”, incluso fuera del espacio laboral.
El empleo influye en numerosos aspectos de la vida cotidiana. Para muchas culturas, el empleo otorga esa identidad personal y social; las personas pueden definirse cómo se ven a sí mismas y cómo son percibidas por los demás.
En la vida familiar, la rutina diaria se organiza priorizando las horas de empleo y, luego, estructuran el tiempo en familia y la práctica de los hábitos de las personas. De ahí que, la necesidad de equilibrar el trabajo y la vida personal se vuelven desafíos comunes que pueden influir en la dinámica familiar; incluso, la distribución de los roles y funciones dentro del hogar, a menudo, se relaciona con las demandas del trabajo de cada miembro de la familia.
En conclusión, el empleo a más de una práctica económica es un fundamento sociocultural que ubica a los individuos en las estructuras sociales, según su estratificación profesional, su estatus social y su posición en la comunidad. (O)