El efecto psiquiátrico de la fuga

Es que ellos creen estar sobre la ley, y no se inmutan cuando insultan a quienes les condenan por sus actitudes de fuga, pedidos de asilo haciéndose pasar por perseguidos políticos, bajo la complicidad abierta de gobiernos como los de México, Venezuela y Colombia.

Así, Augusto Verduga se fue de “vacaciones” para nunca volver, y ahora está donde los “charros” libre y orondo; tampoco ha regresado al país Diego Borja, luego de su paso en altas horas de la noche hacia Colombia, y luego a Barcelona, tildándose igual de maltratado y perseguido. Entre los dos han creado una serie de historias, cada una más confusa que la otra, declaraciones disparatadas, cambiadas de tonalidad de un momento a otro. Un delirio de persecución con comportamientos paranoides.

Desde todos los espacios posibles han pretendido hacer lo que les viene en gana, creyéndose superiores a los comunes ecuatorianos, quienes, por mucho tiempo, ajenos a toda esta podredumbre van descubriendo que no es casualidad, porque se trata de un grupo de delincuencia organizada (GDO), jugando a una ruleta para ver si pescan algún espacio para seguir con su estrategia, llena de delirios prolongados de grandeza, abuso y prepotencia.

Ahora, a Aquiles Alvarez, el alcalde guayaquileño, no le da la gana de ponerse el grillete pues aduce tener problemas cardiacos, y desafía a la justicia como si fuera un pendenciero rebelde, porque él no hace caso a nadie ni a nada, igual como hizo Fernando Alvarado al sacarse el dispositivo y fugarse. O como María de los Angeles Duarte quien se salió de la embajada argentina y desapareció. A estas personas siempre se les ha notado fuertes desequilibrios emocionales. Y no se acuerdan de Wilman Terán, el ex presidente del Consejo de la Judicatura, quien dio un discurso en la Asamblea Nacional lleno de matices esquizofrénicas, creyéndose el dios Brahma, el ungido, luchando contra los demonios de sus comportamientos anormales en la gestión pública, un hombre con un evidente trastorno mental.

Gilles Deleuze el inmenso filósofo francés del siglo pasado cuando analizaba los comportamientos extraños de los políticos asociados en el concepto de la fuga recurrente y el pensamiento hostil del insulto y menosprecio a la sociedad ordenada, parafraseaba que lo más preocupante no es en sí el crimen, el delito o ciertas enfermedades adquiridas por el efecto “fuga” sino algo más detonante: la locura.

Y con la certeza visionaria de su pensamiento, hemos comprobado que Deleuzne tenía razón. Correa, quizás el político ecuatoriano más nombrado de los últimos 20 años, tiene muchos rasgos de locura; basado en su mitomanía crónica, ha generado teorías del absurdo para justificar la pérdida de las elecciones de Luisa González: que el flash del celular al tomarse la foto borra la tinta, que al doblar el voto se traslada la raya desde un casillero al otro, que se utilizaron químicos solo en un lado de la papeleta, y demás babosadas que responden al comportamiento de alguien con serios problemas psiquiátricos.

Detrás de estas actuaciones anormales, sigue persistiendo ese pensamiento de cautivar a cierta porción de las masas que todavía apoyan teorías absurdas y fanáticas. Por ventaja cada vez son menos. (O)

Econ. Gerardo Maldonado

Economista, abogado. Posgrado en Finanzas y Proyectos INCAE Bussiness School. Máster en Administración en Tecnológico de Monterrey. Actualmente cursa una maestría en Derecho de Empresas. Poeta y escritor.

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