Nuestra querida Cuenca, se distingue en los contextos nacional e internacional en virtud de sus bellas y nobles cualidades de ciudad de montaña enclavada, como fina piedra, en un valle andino de aluvial génesis en donde, el río Tomebamba, es la esencia y corazón que adorna, inspira, alegra y fecunda suelos y freáticos niveles con el líquido perlado que, proveniente de los picos andinos, nutre el verdadero e irrenunciable germen de vida.
Cuenca se ha desarrollado merced al diario y denodado esfuerzo de sus hijos, quienes han luchado incesantemente y con esfuerzo para su crecimiento, desde una pequeña comarca hasta mostrar la elegancia de una urbe distinguida en el globalizado mundo del siglo XXI.
Es frecuente escuchar a turistas comentar de la limpieza de Cuenca, obra de las Hormigas chua que batallan contra la presencia de basura lanzada, lamentablemente, en calles, parques y ríos, por parte de desaprensivos individuos que ignoran el respeto que se merece nuestra colectividad. Lástima encontrar basura regada cuando no colocamos la funda en la respectiva parrilla o lugar seguro, frente a la presencia de una gigantesca población de animales callejeros, resultado del irresponsable manejo de las mascotas.
El tránsito motorizado es un asunto crítico y de difícil solución, en tanto, no colaboremos los ciudadanos, conductores y peatones, respetando las normativas y señalética, asunto casi quimérico por nuestra conducta y arraigadas costumbres.
El ruido, teóricamente normado por la autoridad competente, continúa siendo un conflicto de afección colectiva, en razón de las lesiones que causa en la salud pública al afectar los tímpanos de quienes sufren las consecuencias de irresponsables causantes de este creciente problema, como algunos motociclistas trepados en motores, cuyo ruido supera lo admitido por nuestro sistema auditivo.
Otro problema es la degradación de paredes y muros que, recién pintados por sus propietarios, en muchas ocasiones, sufren la agresión oculta de quienes creen hacer arte o protesta con los ofensivos grafitis, que laceran la imagen citadina, al igual que postes llenos de vulgar publicidad. (O)