Con frecuencia solemos olvidar que las desgracias, las cosas malas, no sólo les pasan a “los otros”, también a nosotros, porque para “los otros” nosotros somos “los otros”.
Parece un trabalenguas, pero es la vida misma.
Hace muchos años aprendí, que frente a las adversidades no debemos cuestionar ¿por qué a mí? sino ¿para qué?, pues con seguridad y si estamos atentos, algo importante tenemos que aprender, como conocer nuestros límites y nuestras fortalezas.
Lo dicho no implica vetarnos la posibilidad de reaccionar desde la emocionalidad, de descargar con voces, lágrimas y más la impotencia que sentimos frente a las desgracias que no podíamos evitar y en muchos casos no podemos remediar.
Aprendí también el valor inconmensurable del apoyo y la contención de los otros, de las personas que nos aportan energía positiva, con su acompañamiento, sus abrazos –que alimentan el alma-, con la disposición de apoyarnos y hacer lo que pueden y saben para ayudar a levantarnos, esas que Marian Rojas Estapé llama “personas vitamina”, y Arrebato en su canción “gente luminosa” las denomina. De ellas debemos rodearnos, no sólo para alivianar nuestras cargas, sino para compartir las alegrías, los logros, la vida. (O)