Cumplidos dos de cuatro años del periodo para el que fueron elegidos, alcaldes y prefectos se pondrán en línea de largada en busca de la reelección.
En su reciente rendición de cuentas, acto en el cual nadie les pidió cuentas, algunos no escondieron aquella intención. Pueden más el ego que azuza el poder, el sueño de seguir en el sillón municipal o en el del gobierno provincial, que reconocer que nunca estuvieron aptos para semejante responsabilidad, que la realidad financiera y las múltiples necesidades colectivas les rebasan, o que su capacidad de gestión y de ejecución es tan corta como sus frentes.
En el tercer año que acaba de comenzar, tratarán de poner toda la carne en el asador. Querrán, cuando menos aparentar, que están cumpliendo sus ofertas de campaña; moviendo piedras por aquí, echando lastre por allá; o, abusando del lugar común que está de moda, para hablar de este tema, de este otro tema, convirtiendo en tema hasta la falta de tema; igual, como se los oye decir, articulando, yendo a territorio, empoderándose, socializando, transversalizando, escuchando al otro, entre otras palabrejas inventadas por la “ingeniería social”, a la postre, más trespatinescas que cantinflescas.
El cuarto año será netamente pre electoral y electoral. Saldrán de sus madrigueras tantos movimientos cuantos candidatos quieran tomar el mando en ciudades y provincias.
Pensar que se pondrá límite; peor, que se reformará el sistema de partidos actual, es como creer que las luces de los castillos y de otras pirotecnias se ven igual de día que de noche.
Hay que ver qué pasa con el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, acusado de presunto tráfico de distribución de combustibles subsidiados, una presunción que también pesa sobre un hermano de Daniel Noboa, con la diferencia de que la investigación fiscal camina como ciego en la noche.
Hay que esperar el desenlace de la potencial revocatoria del alcalde de Quito, Pavel Muñoz. En ambos casos, si quedan fuera, en especial el segundo, han asegurado la continuidad de su línea política.
Son dos ciudades claves para sopesar el bipartidismo gestado en la pasada elección presidencial. Casi seguro que se reeditará la misma polarización. ¿Quién dijo que el correísmo está muerto o agoniza?
¿Y en Cuenca? ¿Y en Azuay?
Mientras el alcalde y el prefecto entonan su música con orquesta propia, otros movimientos y políticos no dan señales de vida. No dicen ni pío sobre tal o cual problema o decisión tomada por aquéllos. Hace rato que se han dedicado a reinventar la nada. Politiqueros de temporada. (O)