
Otro duro golpe en contra de los inmigrantes se concreta en Estados Unidos, cuya Cámara de Representantes aprobó el impuesto a las remesas.
Este tributo forma parte del plan fiscal del presidente Donald Trump, para quien los inmigrantes, en especial “los sin papeles”, se han convertido en el enemigo número uno de su gobierno.
La propuesta original era gravar las remesas en un 5 %, pero la Cámara lo disminuyó al 3,5 %.
Pronto será debatida en el Senado. Si pasa en esta segunda instancia, entrará en vigencia a partir de enero de 2026.
¿Quiénes lo pagarán? Los inmigrantes cuyo estatus es irregular; igual, quienes tengan residencia permanente, visas de trabajo o cualquier persona amparada con un beneficio migratorio.
Entre los millones de inmigrantes afectados constan los ecuatorianos. Las remesas enviadas a sus familiares son el motor de la economía.
En 2024, esos compatriotas enviaron USD 6.539 millones al Ecuador. Representó un incremento del 8,3 % del valor de las remitidas en 2023.
Los coletazos de la política fiscal de Trump le pasarán factura a los países receptores de remesas, ganadas a fuerza de trabajo, de privaciones, de persecuciones, de disgregación familiar de los inmigrantes.
Es más, implicará una tributación doble; pues ellos pagan impuestos federales, estatales y locales en Estados Unidos.
La medida resulta injusta, riesgosa, hasta xenofóbica, una velada forma de atosigamiento, y hasta de empobrecer a cuenta gotas a millones de familias dependientes de las remesas.
Si ya con la expulsión de los “irregulares”, el gobierno de Trump está causando un enorme daño a la comunidad emigrante, mayor será con el referido impuesto, diseñado con el supuesto objetivo de combatir la migración ilegal.
Como bien anotan analistas económicos, la creación de aquel tributo podría inducir a la creación de métodos informales para transferir el dinero desde los Estados Unidos.
Pero, ¿quién le hace entender al todopoderoso Trump?