
Valientes, aguerridas, no le temen a nada, realizan las mismas labores que los hombres. Así son las mujeres ladrilleras de la parroquia Susudel, en Oña, para mantener el oficio más importante de esta localidad azuaya.
La Panamericana Sur lleva a este rincón donde casi todas las familias se dedican a elaborar ladrillos de forma artesanal para comercializarlos por todo el país para las obras civiles. La zona parece tranquila, rodeada de montañas con paisajes que despiertan el interés de todos por redescubrir que más tiene este lugar que, además es, el hábitat del cóndor andino.
Jornada de trabajo de las ladrilleras
Con los primeros rayos del sol comienzan las actividades en los galpones de los más de 100 talleres y fábricas situadas por la zona. Están por todas partes, junto a las vías, en los terrenos de las casas y ocupando otros espacios.
En los galpones se utilizan plásticos de invernadero para facilitar el secado de los ladrillos, previo a que pasen a los hornos de leña para el quemado respectivo. En este espacio, cuyo tamaño depende de la capacidad de producción, las mujeres hacen magia con sus manos transformando la arcilla y la tierra negra en una masa para continuar con los otros procesos para obtener el producto final.
Jhomayra Quituizaca, a sus 26 años, es una experta en la fabricación de ladrillos, sobre todo, cuando se trata de lijar los bloques secos para llevarlos al horno. Escucha una emisora lojana que se sintoniza en la parroquia para hacer de su labor más placentera. Toma un machete, raspa cada filo de los ladrillos con una rapidez asombrosa que solo lo pueden hacer quienes tienen años de experiencia en el oficio. Trabaja por varias horas lijando centenas de bloques con el afán de apoyar a su esposo, Marco Orozco, propietario del taller, con quien tiene dos hijos de 6 y 13 años.
Para decir las cosas resulta bastante directa, bromea a veces para demostrar su fortaleza, pero defiende su trabajo. Jamás se rinde pese a cualquier adversidad que se presente.
Esfuerzo de las mujeres de Oña
El nombre de Jacinto Donaula, de 68 años, es reconocido entre todos los dueños de los talleres y fábricas porque fue él, con su padre Manuel de Jesús Donaula (+), de los pioneros en el oficio, incluso de innovar con maquinaria. María Cabrera, de 48 años, es la mano derecha de Jacinto, conoce todos los secretos para elaborar los mejores ladrillos.

María sabe todos los procesos desde moldear, labrar, lijar hasta hornear. Con su trabajo, ha sacado adelante a sus cuatro hijos, de los cuáles, dos están cursando la universidad en Cuenca. La mujer es feliz por todo lo que realiza, aunque, no gane demasiado.
Las mujeres en Susudel son el complemento perfecto para desarrollar esta actividad que no es nada fácil. Su ímpetu es ejemplo para los hombres ladrilleros. -(I)
Calidad de la tierra es clave para ladrilleras
La parroquia Susudel antes se dividía en cuatro grandes haciendas donde se originó el oficio de la fabricación de ladrillos.
Jacinto Donaula, uno de los pioneros, recuerda que las haciendas se fragmentaron para que cada familia realice esta labor. “Enrique Iñaguazo y nosotros empezamos el oficio que se propagó rápidamente”, indica.

Para Donaula, los ladrilleros han alcanzado logros importantes, se creó una asociación para defender sus derechos. Además, que la tierra de la parroquia utilizada para el oficio fue reconocida internacionalmente como la mejor para realizar este oficio debido a sus características.
De su lado, Paúl Silva, otro propietario de una fábrica, asegura que hay una variedad de producción, pues negocios como el suyo elaboran mensualmente 70 mil ladrillos, y, otros pequeños, siete mil, 10 mil o más ladrillos.
Comenta que los negocios se mantienen, sin embargo, las ganancias ya no son las mismas porque para producir se requiere mayor inversión. (I)
DETALLES
115 talleres y fábricas de ladrillos se estiman que existen en la parroquia Susudel. La actividad se efectúa por diferentes sectores de la zona.
En los galpones se observa a hombres y mujeres trabajando por igual para obtener los ladrillos que se comercializan por el país.
Los jóvenes han conformado grupos para desempeñarse como moldeadores de la tierra. Los talleres los contratan para realizar este proceso.
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