La alianza entre la Revolución Ciudadana y Pachakutik previo a la segunda vuelta fue uno de los acontecimientos más relevantes hace pocas semanas. Fue un evento pomposo. Las comunidades se convocaron en Alausí para presenciar una supuesta unidad de voluntades con la que, aparentemente, la izquierda regresaba al país. Pero algo olía mal.
Ese día, los medios esperaban retratar el cálido abrazo entre Luisa González y Leonidas Iza. ¡El duro del indigenado! Pero no. El mencionado asomó en un video pregrabado alardeando que se luchará por los derechos de las clases sociales, contra la minería en los páramos, vacunar a las telefónicas y todo el rollo típico de ese sector político.
Sin embargo, los resultados fueron otros. Toda la Sierra se pintó de morado ADN. Una paliza política. Es más. Algunas voces indígenas criticaban esa alianza con los correístas. Como dicen, el tiempo es sabio. Se recordó cuando el Loco del Ático los señalaba de ponchos dorados y les mandaba a hacer relajo en otros lados.
Y lo más deprimente de la política fue ver cómo los detractores del sector indígena ahora avivaban su lucha. Así son. Cuando les interesa raspar la olla electoral, se los ve vestidos con ponchos y alpargatas. Pero el teatro se cayó.
Hace poquitas horas, el ministro De la Gasca publicó una fotito en Instagram con varios legisladores de Pachakutik. El texto indicaba que se han sumado al oficialismo y que sean todos bienvenidos a la nueva mayoría. Y claro, como era de esperarse, ciertos sectores del movimiento indígena ya hablan de darles con la ortiga y someterlos a régimen disciplinario. Que cómo es eso de andar con los fachos.
Y así, en menos de lo que canta un gallo, el pez grande se ha zampado al chico. Ahora sí vivimos una plena bipolaridad política. Los morados contra los verdes. Bueno, medio celestes, porque se quedaron sin partido y fueron a buscar uno de alquiler. Solo queda esperar que la legislatura dé paso a proyectos importantes para los ciudadanos y no se entretenga con el Día del Zapato. (O)