En su discurso de posesión, Daniel Noboa hizo un gesto inesperado: citó a Goethe en alemán. No fue solo una frase para cerrar con solemnidad; fue un acto simbólico que reveló mucho más. En un país de mayorías populares, donde la política se comunica con emoción directa y en un castellano compartido, Noboa eligió un idioma extraño para la plaza pública. No le habló al pueblo, sino desde otra altura. Desde otro código. Desde otra élite.
A lo largo del discurso, el presidente repite un “nosotros” que parece incluir, pero en realidad restringe. Habla de “todos”, pero enseguida precisa: “los que lo apoyaron desde el día uno”. Las dificultades, las oportunidades, incluso las victorias, todas son narradas como luchas conjuntas entre él y quienes lo respaldaron. Así, el “Nuevo Ecuador” no se construye como un proyecto nacional plural, sino como una alianza emocional entre un líder y su base fiel.
Ese vínculo personal con los suyos no solo es político, también es familiar. Noboa agradece a su esposa, a sus hijos, a su madre —quien “volvió” a la política—, e incluso invoca a su padre como fuente de temple. El proyecto presidencial se presenta así como una continuidad de linaje, como una misión heredada. En esa narrativa, el poder no se legitima desde lo institucional, sino desde lo afectivo, lo biográfico y lo privado. Esa proximidad emocional construye una imagen de liderazgo cercana a los suyos, pero distante del país real.
Aunque el tono del mensaje es mesurado, su carga simbólica es potente. La épica de lucha y transformación, las promesas, el llamado a escribir la historia juntos, todo está envuelto en una retórica emocional, pero sin argumentos claros ni rutas detalladas. Hay más motivación que explicación. Más fe que hoja de ruta. Si el presidente cree en su pueblo, debe demostrarlo también con propuestas sólidas, no solo con consignas bien formuladas.
Noboa no prometió demasiado, pero tampoco incluyó a todos. No gritó, pero dejó claro quiénes están dentro y quiénes fuera de su proyecto. Ahí quedan millones que no lo votaron, que dudan, que se distancian. A veces, las nuevas formas de hacer política se parecen demasiado a las viejas. Solo que ahora citan a Goethe en alemán. (O)
@avilanieto