CORRUPCIÓN Y SANCIÓN

La corrupción, en sus múltiples dimensiones, es connatural al ser humano. Si podemos tomar decisiones con libertad y proyectar nuestras existencias hacia el futuro, nuestros actos pueden ser calificados de buenos o malos conforme a las pautas de conducta de las sociedades de las que somos parte y los daños y perjuicios que ocasionemos a los demás. En los últimos tiempos se tiende a identificar con corrupción el aprovechamiento de los bienes del Estado, en buena medida por parte de los servidores públicos. Siempre ha existido en nuestro país, pero tenemos la impresión que nunca llegó a volúmenes tan amplios y gigantescas cifras, como en la administración anterior que creó una Escuela compleja.

La actual administración anunció desde sus inicios una “cirugía mayor”. Se han dado pasos importantes sobre todo con el saneamiento de la fiscalía y administración de justicia, pero ni de lejos ha desaparecido. Lo importante es que, además de las investigaciones y procesos jurídicos se materialicen las sanciones para los autores, sin contemplaciones, y con celeridad dentro de los procesos judiciales. El comportamiento de las personas está, en buena medida, incentivado por el castigo y el beneficio social. En la religión, el pecado y las sanciones que conlleva, incentivan a observar las normas. En la sociedad política, los castigos nacen del quebrantamiento de las leyes a las que todos debemos someternos.

El encubrimiento, y justificación del anterior régimen se ha debilitado. La pandemia ha sacado a luz la escandalosas organización de los corruptos en la compra de insumos médicos de la administración pública. Al quebrantamiento de las leyes se añade la repugnancia al aprovechamiento de los servicios de salud cuando debe primar la solidaridad. Los casos aparecen día a día y se capta un ordenamiento para propio de las mafias. Bien está que se investigue y se inicien procesos judiciales, pero para la opinión pública es muy importante que haya sanciones para eliminar, o por lo menos mitigar, la idea de impunidad que alienta la corrupción.