El ciclo de la Luna Roja

Tito Astudillo y A.

OPINIÓN|

Concluí la lectura del libro, La cosecha de Samhein, del escritor José Antonio Cotrina; título original, El ciclo de la Luna Roja, editorial Alfaguara, cosecha de mi nieto Tomás tras su última pasantía estudiantil en Wiesbaden Alemania, y como me tiene acostumbrado, me convidó a leer con la entusiasta sugerencia; espero que lea abuelito, para conversar.

El epígrafe me da una solución, “las ciudades como los sueños están construidas de deseos y temores”: Ítalo Calvino en, Las ciudades invisibles. Efectivamente Rocavarancolia, la ciudad creada por Cotrina como escenario de su novela, puede sintetizar los temores de la humanidad y los espacios posibles después de una guerra nuclear; Hiroshima, Nagasaki, Chernovil, son solo mínimos referentes reales para imaginar una ciudad posguerra del siglo XXI y los espacios que acogerán a los sobrevivientes, de existir.  El otro eje de la trama son los deseos, traducidos en la aspiración de reconstruir y refundar Rocavarancolai, que tiene como sobrevivientes una dirigencia fantasmagórica en lucha por el poder, perennizado así la eterna dualidad en la lucha por el poder, «fuerzas del bien y fuerzas del mal», como una guerra fría o una pandemia siglo XXI, pero llevadas a su máxima expresión de barbaridad imaginable y cultura del miedo.

En la línea de Harry Potter, El Señor de los Anillos, Correr o morir, la lectura de Samhein nos lleva; entre magos, duendes y demiurgos, entre fantasmas, zombies, vampiros, dragones y un sinfín de monstruos y seres sobrenaturales; entre lo real temerario, magia y ficción, desde el inicio del Ciclo de la Luna Roja, una medianoche de Halloween cuando, 12 niños raptados por un demiurgo  son transportados a un espacio extra mundo, ciudad Rocavarancolia, en donde deben sobrevivir, casi sin ninguna posibilidad, hasta la próxima Luna Roja. (O)