La Semana Santa para el cristianismo es un tiempo de profunda reflexión y celebración por la Pasión de Cristo, es decir de la conmemoración de la entrada de Jesús a Jerusalén, de la última cena, del viacrucis, de la muerte y por sobre todo de la resurrección de Jesús. Resurrección por la cual, pese a la muerte y crucifixión de Cristo, volvió a la vida. Es decir, a una resurrección corporal, pero, sobre todo, espiritual como restauración de la vida.
Esa resurrección, bienvenida. Nuestra celebración y vida. Una y otra vez. Pero en este tiempo de campaña electoral hacia la segunda vuelta presidencial, en donde se vota por un modelo de país y orientación económica, política y social, debemos decir: ¡no a la resurrección!
No a la resurrección de los bandidos que se llevaron todo y ni hay rastro del botín. No a la presencia -una vez más- del odio, del resentimiento, del insulto, de la división y de aquel discurso que repetidamente busca dañar y romper, alejar y desanimar a un país. No a la fortaleza de la mentira y engaño maquillado con discurso capaz de frustrar a todas las generaciones abiertas hacia la esperanza. Hay que rechazar a los hostigadores y melancólicos de un modelo económico sin modelo, es decir caduco en base al despilfarro e inmediatismo.
La resurrección del autoritarismo, sin ley ni principio, no puede volver. Tiene que enterrarse para siempre. No hay espacio para la enferma manía de querer el poder a costa de todo. Con todas las artimañas para sus egoístas beneficios. Ya no es tiempo de los contratos, las comelonas y las fiestas privadas en el Palacio de gobierno. Ya no puede regresar la corrupción en la obra pública y la millonaria publicidad. Es tiempo de rechazar al marketing engañoso que cree en lo finito y líquido. No se puede elegir y traer a la vida a los que tanto daño han hecho.
No a la dictadura con pinta de buenitos y democracia. No a los que quieren resurgir para llevarse lo que queda del país. No a la resurrección de los que ya sabemos usted y yo. (O)
josechalcosalgado@gmail.com
