La metida de pata de Jiménez

Gerardo Maldonado Zeas

El desliz de Francisco Jiménez, asambleísta electo de CREO, irrumpió como una bomba en el conglomerado ecuatoriano que votó por Lasso, acogiendo su promesa de no dar tregua a la corrupción e impunidad.

Sólo de pensar, de que se estaría analizando la concesión de un indulto o amnistía para los fugados y condenados del correísmo, la piel de los ciudadanos honrados de este país, se erizó. Ventajosamente este disparate del asambleísta, fue desmentido por completo por Guillermo Lasso y César Monge, el Director Nacional de CREO.

Una cosa es entender la gobernabilidad, como la capacidad de dialogar con los diferentes, y otra imposible, absolutamente impensable, es jugar con cálculos políticos para dejar abierta una rendija para bendecir a los sentenciados, y miembros de bandas organizadas para delinquir.

Fue a no dudarlo, una ocurrencia personal de Jiménez, como queriendo hacerse el demócrata, el ungido para el diálogo. Todo se puede, menos atentar contra la justicia de esta época que, en un esfuerzo supremo por limpiar los males al país, actúo con rectitud para identificar la estructura criminal dominante en el Ecuador en los 10 años fatídicos del correato, y que aún tiene un saldo pendiente.

Un jalón de orejas necesita Jiménez, y además la prohibición de hablar a nombre de un gobierno legal y legitimado por la mayoría de los ecuatorianos ávidos de un cambio, para que este momentáneo desconsuelo, producto de la ansiedad de querer visualizarse en la opinión pública, se quede allí, y sus expresiones inoportunas se sepulten.

Mientras el presidente electo Lasso, está en el trabajo minucioso de escoger su gabinete, tal como él ha ofrecido, con las mentes más lúcidas, con la participación de los mejores hombres y mujeres; el tiempo acecha y cerca de finalizar abril, quedan pocos días para elegir al presidente de la Asamblea, que deberá hacerse sobre acuerdos para sacar al país de la profunda crisis que nos abate, y no de consignas para salvar a condenados. El Ecuador requiere una paz duradera, ni se diga ahora, en época de confinamiento. (O)