Serranía

Aurelio Maldonado Aguilar

Luego de largo ostracismo en sus confines universales, el sol volvió con su guedeja amarilla, tibia y rutilante. Nubes, truenos, ventiscas, aguaceros diluviales hicieron de las suyas por muchos días y le mantuvieron oculto y huraño. Gracias a gentil invitación de directivos de Elecaustro, volví a maravillarme con el prodigio milenario de la naturaleza en su prístino hospedaje. Empecé mi visita. Enormes piedras monolíticas vulneradas por el agua y por milenios, formaron un cañón formidable y el lecho del río bramando desde el fondo. Montaña arriba y circulando por una serpenteante carretera, chuquiraguas, quinuas, frailejones, me dieron su saludo desde el cerro. El espejo de la bella represa del Labrado, con sus minúsculas olas que tornasolaban con el sol en un verdadero juego cósmico, despertó en mi ese intrínseco amor por lo agreste y el natural equilibrio de las aguas con el monte. Una alfombra suave de humedales que mantiene todo vivo, llora gota a gota, para luego ser cascada y tropelía. Todo es armónico y la presa de muchos años que de jovenzuelo visité recién empezando a formar el embalse, hoy se sumó al paisaje andino y es un bello espejo donde se miran veleidosas nubes. Recorrimos buen trecho y Chanlud nos esperaba. Pocas veces se ven paisajes más serenos y llenos de vida. El agua en su inmensa calma es a su vez, bullente vida silvestre. Las alas rápidas del halcón andino planean vertiginosas en busca de presas que terminan en un soplo elevadas en sus garras, cuando la sed acerca sus lenguas a la orilla. Desde un colgante puente el vértigo del agua en precipitada caída, ensordece y acaricia con gotitas minúsculas de su éter. Las centrales hidroeléctricas y sus norias benefactoras, pantallas de vigilancia minuciosa, campamentos, son refinadas catedrales donde no existe brizna de mugre. Todo inmaculado y el personal responsable y vigilante, demuestra su cariño por el todo. Eficiencia es la palabra. Honestidad de directivos y gestión acrisolada, el mandato. En este hermoso sistema donde cohabitan sin pujas tecnología y naturaleza, logran con creces los mandatos: agua para consumo humano y para riego y la seguridad alimentaria. Conservación ecológica y respetuosa del río, controlando inundaciones y producción de energía limpia y renovable. La cuenca del Machángara, ejemplo del esfuerzo de Cuenca y sus honorables ciudadanos, pues en todo esto, no contribuyó con céntimo el estado. Si se lograría similar trabajo con amor y ciencia en otras cuencas hidrográficas, el Tarqui no se hubiese enfadado. (O)