Brrrrr

Aurelio Maldonado Aguilar

Sus lenguas reptantes y gélidas vienen desde el ártico como una imperturbable serpiente silenciosa y fría que deambula por las heridas que los ríos, tras millones de años de andanzas, dejaron a su paso en la tierra en busca de su destino marino y se cuela en nuestros campos por el callejón del Paute. Para labriegos su presencia es esperada con más o menos fuerza en estas épocas, irremediablemente y las señales de su pronto arribo se vislumbran fácilmente. Los ojos del campesino que rasga la tierra con sus bueyes en busca de cosecha, se elevan y miran una cúpula azul diáfana, tachonada de estrellas que fulguran en la noche, sin nubes que huyen sin remedio cuando presienten la visita de la brisa antártica. Miran el cielo rutilante, sin vestigios de santos ni de almas y sin embargo claman por su ayuda por el légamo que es su único sustento. La noche llega y con ella se solaza y coloniza los brotes y plantíos. Su manto blanco, como una novia impoluta cubre el campo y “quema” el pasto volviéndolo yesca, destrozando así muchas horas de esfuerzo e ilusiones de cosecha. Los que hemos vivido pegados al campo, le tememos y se corre el anuncio de su llegada, la helada, con angustia, apenas percibimos los pródromos de su letal visita. El frio nos flagela aun dentro de frazadas. El ordeno, primera acción del ganadero apenas clarea, es un rito de sacrificio y perseverancia. Solo el vaho tibio de la leche en contacto con las manos, salvan de congelar los dedos y el suplicio se vuelve soportable. Enorme esfuerzo del campesino para conseguir un litro de leche que en el mejor de los casos los intermediarios pagan 30 centavos y muchas veces no compran. Esfuerzo supremo para tratar de alimentar los animales cuando el pasto fue “quemado” por la helada irrespetuosa. Hombre del campo preterido y olvidado y no pocas veces insultado y agredido por el abandono del estado, que debería tomar rápidas y serias acciones en su beneficio, con incentivos en insumos, maquinarias, semillas y precios reales, evitando intermediarios que logran su riqueza mediante las manos callosas y decentes y almas de seres que no pueden levantar su grito de protesta. Campesinado que no tiene ayuda ni voz. Hombre relegado a la auto sustentación sin proteínas ni educación. Hombre sacrificado que clama al cielo por agua, al no tener políticas de regadío que salven sus cosechas. El frio nos abraza y ojalá nos dé mejor entendimiento sobre la vida y esfuerzo del hombre pegado a la llacta, al surco y la ventisca. (O)