Con los ojos bien abiertos

David Samaniego Torres

Hemos entrado al 2022. Caminamos a tientas, algo perplejos, sin saber a dónde. Nuestro horizonte se ha vuelto turbio, limitado. Negros nubarrones se adueñan del cielo y, sin embargo, hemos echado a andar, porque debemos hacerlo, porque la vida nos empuja y también porque llevamos muy dentro el propósito de avanzar, de vencer obstáculos, de alcanzar metas y objetivos.

Los años no se parecen entre sí, tampoco los días, porque para quienes los vivimos y los contamos, cada amanecer somos, en algo, distintos al ayer. Lo que menciono no es un artificio literario, es una cruda realidad. Y así nos vamos haciendo, vamos cuajando nuestras metas y damos paso a los anhelos que llevamos represados.

El MERCURIO me permite hoy este espacio. No es la primera vez que me siento honrado. ¿Quién soy? Más allá de satisfacer la vanidad, para quienes no me identifican, soy de por acá, de muy cerca. Si alguien se interesa por mis raíces las van a encontrar fácilmente en Morona Santiago y en el Azuay, es decir en la vecindad.

Sigsig certifica mi nacimiento. ¿Cuántos de ustedes conocen Sígsig?  No lo sé.  Cuenca, Gualaceo, Chordeleg, Zhimbrug, Peñas Blancas … y estamos ya en Sigsig, un pueblito que nunca se deja de amar y, a donde, siempre se quiere regresar.  Y … de allí para adelante se abre el ancho campo de la Amazonía. Cuchil, el Matanga, Granadillas, Chiguinda, Boliche, Aguacate, Gualaquiza. Durante setenta años se viene construyendo la carretera Sígsig-Gualaquiza.  A la fecha la vía está inconclusa. El peligro y la inseguridad rondan en muchos tramos de esta vía digna de mejor suerte.

 Pueblo Pata (así se llamaba el lugar donde vivíamos) debió ser el asiento de una población aborigen. Allí conocí familias, hice amigos; allí empecé a ser lo que soy, supe de ayeres y pude adentrarme   en las incertidumbres del ahora.   Alguna vez entendí que caminar no implica avanzar. Supe entonces que no siempre ir hacia adelante es progresar. Aprendí muy temprano a escoger senderos, a sortear barrancos, a caminar sin prisa para no perder la meta.

El 2022 es un año para digerirlo sin prisa. La fragilidad de la vida se ha puesto de manifiesto. Nos hemos vuelto inseguros. El entorno es un peligro y la vida misma amenaza con irse de las manos. A mal tiempo buena cara, se torna un imperativo. (O)