La experiencia mundana

Hernán Abad Rodas

Considero que, las cualidades de un alma grande son: la pasión, la sabiduría y la valentía. El filósofo chino Mencio decía: “Un gran hombre es aquel que no ha perdido el corazón de un niño”.

En verdad, a menos que tengamos pasión, sabiduría y valentía, no tendremos nada con que comenzar la vida. Son el alma de la vida, la luz de las estrellas, el tono de la música y de la canción, el júbilo de las flores, el plumaje de las aves, el encanto de la mujer y la vida en el estudio.

Es imposible hablar de un alma sin pasión, como es imposible hablar de música sin expresión. Es lo que nos da calor interno y esa rica vitalidad que nos permite afrontar animosamente la vida.

Es, desafortunadamente, cierto que este asunto de la pasión, o aún mejor, del sentimiento, es algo nato en nosotros, y tal como no podemos escoger a nuestros padres, nacemos con una naturaleza dada. Por otra parte, ningún niño nace con un corazón realmente frío, sino solo en la proporción en que perdemos el íntimo calor en nosotros.

Desgraciadamente, en algún momento de nuestra vida adulta, nuestra naturaleza sentimental, es matada, estrangulada y atrofiada por un ambiente ingrato, sobre todo por nuestra propia culpa, al no cuidarla de mantenerla viva, o porque no podemos mantenernos fuera de ese ambiente.

En el proceso de aprender la “experiencia mundana”, hacemos más de una violencia a nuestra naturaleza original, pues aprendemos a endurecernos, a ser artificiales, y a menudo a ser fríos de corazón y crueles como el sátrapa de Putin; de modo que a medida que uno se envanece de ganar cada vez más experiencia del mundo, sus nervios se hacen cada vez menos sensitivos y más entumecidos, especialmente en el mundo de la política, del comercio.

Como resultado vemos al gran “buscavidas”, que empuja a su persona hasta llevarla a la cumbre y hace a un lado a todos los demás; vemos al hombre de férrea voluntad y firme determinación, en cuyo pecho mueren las últimas ascuas del sentimiento, al que llama estúpido al idealismo o sentimentalismo; esta clase de personas están por debajo de mi desprecio.

El mundo tiene demasiada gente de corazón frío. Si la esterilización de los ineptos ha de cumplirse como política estatal, debería comenzar con la esterilización, de los moralmente insensibles, los duros de corazón, los que triunfan sin misericordia atropellando a los demás, de los corruptos, de los falsos profetas de la política, de los jueces sin principios morales etc. (O)