El ánimo de los ecuatorianos

Muchos ecuatorianos harán esfuerzos por amanecer optimistas; incluso para avizorar un futuro halagador y sostenible.

Pero la realidad les muestra sus diversas caras. Su impacto causa mella en toda la sociedad, aun en lo anímico.

Los noticiarios están cundidos de crónica roja. Y hasta compiten por quién llega primero a la escena del crimen. Son narrados “en vivo y en directo” como si fueran encuentros futboleros o espacios para transmitir escenas de dolor, sin contexto, causas ni efectos, peor preocuparse por el desenlace de las “investigaciones” a cargo de la Policía y la Fiscalía tras “recoger los indicios balísticos”.

Algunas decisiones del Gobierno dejan un sinsabor, y permiten pensar en lo peor: desde turbias negociaciones hasta cierta abulia, pasando por una teorización de buenas intenciones.

Espeluzna saber la baja ejecución presupuestaria a nivel del Ejecutivo. Mientras se acumulan reclamos por las necesidades no atendidas a tiempo, las relacionadas con la salud por ejemplo; o el ya eterno vía crucis del IESS, asediado por deudas, víctima de las mafias, de la perennidad de algunos vocales, y de su propio marasmo para no superar sus fallas estructurales.

Ni hablar de la inseguridad ciudadana, jurídica; peor de la falta de trabajo, de escases de obra pública, ni se diga de la lucha en contra de la corrupción, cuyo virus parece haber infectado a ciertos funcionarios del Gobierno.

En estos días, los ecuatorianos impávidos observan el manoseo político de las instituciones públicas. La sartén donde se cuecen las más absurdas negociaciones está en la Asamblea Nacional. En este escenario priman los intereses de grupo, los particulares, menos los de los ciudadanos.

Está comprometida incluso la administración de Justicia.

Tal como van las negociaciones entre el Gobierno y la Conaie no se vislumbra un panorama positivo. No pocos hasta querrán su fracaso. Se anticipan posibles nuevos levantamientos.

En un país sin liderazgos todo es posible, hasta los más viles propósitos.