Primeros rayos

Nicanor Merchán Luco

Una vieja costumbre me llama a ir a las montañas el primer día de cada año para admirar el paisaje en el horizonte de la luz del sol, el que anuncia el comienzo del nuevo día y del nuevo año. Esta manera de empezar el día es singular, se puede observar como de a poco se encantan las montañas y el espíritu se carga de energía, aparece la luz del día y se pasa de la oscuridad a la claridad casi de una manera mágica y de este modo se comienza a amar a las madrugadas. El amanecer de un nuevo día está cargado de un significado de esperanza porque se da vida a un nuevo día, a un nuevo sol, a un nuevo año, muere el pasado y nace el presente.

El fin del año, la muerte del año se pasa al nacimiento de lo nuevo, se pasa de la muerte a la vida. Los primeros rayos del sol que alcanzan el horizonte simbolizan desde hace miles de años el acto de disipar las tinieblas para dar paso a la luz para que la mente pueda ver más claro, esta energía divina como dicen los monjes y shamanes es un poder que da vida al universo y a la iluminación espiritual. Dicen ellos que entonces se manifiesta la paz, el amor, la felicidad y diría también la belleza.

En el campo, en el medio ambiente de manera frecuente la luz trae más energía y los colores que encanta la pradera y las cumbres de las montañas ayudan al despertar espiritual, al cruzar el umbral de la oscuridad a la luz, la vivencia puede causar el deseo de permanecer en ese medio de carácter sublime que genera aprendizaje. Puede servir para despertar la conciencia, al abrirse la mente se puede escudriñar de mejor manera el significado del silencio, de la soledad, de la conexión con la naturaleza y con el interior del corazón. La energía espiritual se une y se da la mano con la energía natural.  (O)