La enfermedad de la sociedad moderna

Hernán Abad Rodas

Convengo en que la enfermedad de la sociedad moderna sólo puede ser curada por una revolución espiritual que se produzca en el corazón y en el alma de los seres humanos.

Las enfermedades sociales no pueden remediarse mediante cambios introducidos en las organizaciones; todos los intentos que se hagan en ese sentido serán superficiales. En efecto, o bien rechazan toda la organización o se limitan a remplazar un tipo de organización por otra.

Toda organización o institución social se basa sobre una filosofía o una religión, de suerte que la organización es buena o mala según la base espiritual sobre la que se funde.

Si encontramos una base para curar nuestros actuales males sociales, podremos construir una forma de sociedad nueva y más satisfactoria sobre el nuevo fundamento espiritual. Si no la encontramos, no veo posibilidad alguna de curación de la enfermedad de la sociedad moderna.

En efecto, se necesita una nueva base espiritual, profundamente relacionada con los valores sustentados por la gente. Los valores humanos nunca deben ser estrechos y particulares, nunca deben estar orientados a satisfacer sólo las aspiraciones de individuos, de grupos, de razas, de naciones o de ideologías. Los valores humanos deben ser universales.

En el pasado, y aún en la actualidad, valores particulares estrechos determinaron y determinan grandes tragedias, como la que hoy vive Ucrania.

La cuestión sobre la clase de vida que deberían llevar los seres humanos, no puede resolverse dentro del marco de los lugares comunes sociales aceptados o simplemente del sentido común. Y esto es así porque el hombre no se limita a una sola sociedad de un determinado país, sino que forma parte de una cadena que conecta la humanidad, los fenómenos naturales de toda la tierra y el cosmos. Es decir, el hombre es una parte, pero sólo una parte, del universo.

Cuando se reconoce que el hombre es parte de la naturaleza vital que alienta todas las cosas, inmediatamente se comprende que la discriminación aplicada a los vecinos, a otras razas, a otros seres biológicos, a la naturaleza o a cualquier otro ente de todo el universo, es una actitud equivocada porque, desde el punto de vista de la fuerza vital cósmica, todas las cosas existentes son iguales y están unidas.

La naturaleza del hombre, como parte de la fuerza vital, es una cuestión universal, que trasciende las sociedades, las naciones y las razas.  (O)