País imaginario

Ana Abad

“Érase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés”.

Bien vale recordar al poeta español José Agustín Goytisolo en este aciago momento político que vivimos, cuando de insólita manera asistimos a la construcción de discursos y narrativas elaborados por la clase política ecuatoriana para cubrir su incapacidad de resolver y gestionar los profundos y acuciantes problemas éticos, económicos y sociales que atravesamos, y encontrar la mejor y más democrática manera de enfrentar la quebrantada estructura del Estado. Sin embargo, alienta la esperanza y abriga el corazón saber que por fin la sociedad ecuatoriana podrá decidir –en máximo de 75 días, según la Ley– si seguimos explotando el lugar más megadiverso del mundo o si nos encaminamos hacia un modelo que coloque a la naturaleza y al ser humano como el centro y la razón de sus prácticas políticas.

Han sido diez años de lucha por la defensa de la naturaleza y la participación ciudadana de organizaciones sociales como los Yasunidos que ha roto ¡por fin! la censura, el boicot y la persecución a una consulta que siempre tuvo el respaldo de miles y miles de firmas.