La Carta a la Corte

José Chalco Salgado @jchalco

            Al presidente le faltaron más razones y argumentos en la carta enviada a la Corte Constitucional.

            La Carta es benevolente. Sí. Pues, para el país y los constitucionalistas serios, ya está claro que la Corte Constitucional ha tenido varios errores en este último tiempo. Por ejemplo: Haber dado paso a un juicio político que violó el debido proceso. La atemporalidad de las decisiones de la Corte en tiempo de muerte cruzada. La incorrecta valoración de la urgencia económica o la ruptura de la reserva presidencial en materia de tributos. Pero falta.

            Hay más. Pues, la Corte más que una tarea por desarrollar sus razones para calificar la urgencia económica, debió profundizar en otros temas que son enormemente preocupantes y apremiantes en este tiempo de muerte cruzada. Por ejemplo, tomarse el tiempo y análisis en establecer un camino más claro para la tramitación de los decretos ley que envíe el presidente. Autodeterminarse un plazo por la excepcionalidad que existe en el país. Definir qué sucede respecto de la potestad presidencial del veto a las leyes que fueron aprobadas por la extinta Asamblea ¿Discurren plazos? ¿Siguiente Legislativo lo trata? ¿A quién envía el presidente en este tiempo el veto?

            Estos sí son temas que el máximo órgano de justicia constitucional debió atender o mirar con la lupa del cuidado institucional y constitucional.

            La Carta enviada por el presidente de la República no es tampoco un símbolo de autoritarismo o irrespeto al orden constitucional como algunos cachiporreros de las normas constitucionales, insinúan. Hay que ser serios. En un Estado democrático -para los que sí nos gusta vivir en él- se debe dar paso a las diversas expresiones respetuosas y solventes. De un lado y de otro. Que el Ejecutivo señale -como advierte en su Carta- que respetará lo resuelto por la Corte, pero discrepa por los argumentos que escribe, es un ejercicio democrático de expresar su posición. No le veo tan mal. Lo absurdo, es escandalizarse por todo; y no, por lo que afecta al orden constitucional del Estado. (O)