La moda circular y el second hand ganan adeptos

Camila Vázquez, propietaria y administradora de ‘¿Que me pongo? Second Hand’, ubicado en una casa patrimonial de la Benigno Malo. XCA

La industria textil es una de las más contaminantes debido al uso de sustancias químicas tóxicas, alto consumo de agua y energía, generación de desechos y empleo de tejidos sintéticos que no son biodegradables.

Se necesitan unos 7.500 litros de agua para fabricar un jean, esa es la cantidad media que una persona bebe en siete años, según datos de la ONU.  

Tomar conciencia sobre el daño que causa el fast fashion (prendas producidas a grandes volúmenes por la industria) llevó a Camila Vázquez a fundar la tienda ‘¿Que me pongo? Second Hand’, bajo la práctica de las 3R: recicla, reutiliza y reduce.

“Hay prendas que se usan un par de veces y se desechan, se queman o se botan y van a parar a los océanos. Queremos hacer un aporte para evitar un poco la producción masiva de ropa”, cuenta Camila.

En las calles Presidente Córdova y Benigno Malo, está ubicada la boutique en una casa patrimonial de 150 años de antigüedad, tiene un toque vintage para que los clientes además conozcan la histórica vivienda.

El target de ‘¿Que me pongo? Second Hand’ abarca a todos los estratos sociales. Al mes se comercializan unas 400 prendas, con costos que van desde los cinco dólares hasta un máximo de 80 dólares por los vestidos de gala.

“Esta es una tendencia que tomó fuerza en la pandemia. Había personas que no tenían ingresos y vieron una alternativa en la venta de ropa que ya no utilizan. La moda circular se enmarca también en la economía circular. Hemos apostado por este modelo sustentable”, aseguró Camila.

Prácticas

Implementar prácticas de moda circular promueve, por una parte, el ahorro al adquirir prendas más económicas y por otra, la reducción del desperdicio textil, lo que a su vez reduce el impacto ambiental asociado con la industria de la moda.

De esta manera se busca que la moda circular vaya ganando espacio. Hay tiendas físicas y en redes sociales que contribuyen con esta tendencia.

Otra de ellas es ‘Fanny’s Closet’ fundada hace dos años por Fanny Romero en la calle Vega Muñoz. Ella explica que los negocios de moda sustentable o circular son muy comunes en el exterior y en la ciudad han ido ganando adeptos en los últimos años.

Ella se abastece con pacas de ropa que trae de Estados Unidos, con prendas de marcas como Zara, Romeo y Julieta, Bershka y Stradivarius, entre otras. Aunque los precios que vienen marcados son de entre 100 dólares y 130 dólares, ella las vende a entre 30 dólares y 50 dólares.

Su nicho de clientes se ubica entre los estratos medio y alto. “Son prendas seleccionadas, si algo viene en mal estado no se pone en percha. Hay ropa vintage, moderna y juvenil”, explicó Fanny.

Cada mes adquiere bultos de ropa que tienen un costo de entre 800 dólares y 1.000 dólares, con un peso de 50 kilogramos y traen hasta 140 prendas, pero no menos de cien.

El consumismo

Desde la ciudadanía se puede contribuir para contrarrestar los efectos del fast fashion. Se recomienda evitar la compra desmedida de nuevas prendas de vestir porque esto genera más desperdicio.

Janeth Alvarado lo tiene claro y es una de las personas que comercializa lo que ya no usa y recomienda circular las prendas que permanecen “por años guardadas en los cajones”.

“Actualmente se hace muy fácil comprar porque hay varias tiendas en línea y se cae en el consumismo. Se pide y le llega a la puerta de la casa. El inconveniente es que, al no probarse esta ropa, muchas veces no corresponde la talla y eso genera que las prendas se queden guardadas o se desechen y se siga consumiendo”, indicó. (PNH)-(I)

“Comprar en línea facilita el consumismo. Se pide y llega a la puerta de la casa. Hay que tener conciencia para no comprar de manera desmedida”.

Janeth Alvarado. Ciudadana.