2024, año de la esperanza

Bienvenido 2024. La mayor parte del mundo celebra su llegada y con él la esperanza de mejores días, claro está si cada uno pone de su parte, se enfrenta a los retos y asume sus responsabilidades y deberes.

Un nuevo año supone eso y mucho más. Si bien la vida continúa, a pesar de todo, es meritorio trazarse metas; mirar por el retrovisor para, si es del caso, enmendar; dar hilo a las cosas positivas y avizorar tiempos mejores.

Debe superarse los conflictos bélicos a través de los canales diplomáticos; trabajar por la paz, para darle solución a tantos problemas económicos, medioambientales, ni se diga los sociales, cuyo impacto los sufren cientos de millones de personas en los diversos continentes.

En el ámbito nacional, ojalá 2024 nos depare otros aires, comenzando por pensar en el país. La tan tarareada diversidad no debe ser la causa para no entendernos; para seguir con el canibalismo político, a ratos sólo por el ansia del poder, para satisfacer venganzas o librarse de las consecuencias de no haber actuado con honestidad.

Ya son suficientes las calamidades vividas durante 2023. Sus coletazos, a no dudarlo, seguirán en 2024; pero el desafío, a partir de este uno de enero, debe ser enfrentarlos y superarlos.

El Gobierno del presidente Daniel Noboa está llamado a arrancar el nuevo año con pasos firmes, con decisiones tajantes si es del caso, con certezas, dándole mensajes transparentes a la población, desesperada por su mayor preocupación: la falta de seguridad.

2024 debe ser el año de la renovación profunda de la Legislatura; no para enfangarse en riñas, pensado en las elecciones próximas, sí para coadyuvar en la tarea de sacarle al país del túnel.

Ese mismo desafío debe asumir la administración de Justicia, tan venida a menos y penetrada por todos los males y vergüenzas.

La esperanza debe despertarnos durante los 365 días de este 2024. Lo deseamos con vehemencia.