Mirador de Chocarsí

Tito Astudillo y A.

La condición especial de la ciudad de Cuenca, extendida a lo largo y ancho de un gran valle circunscrito por un pintoresco cordón montañoso que, jugando un papel preponderante en la cosmovisión de los pueblos que lo habitaron milenariamente, ofrece lugares icónicos de observación y ritual ubicados estratégicamente, como la colina de Chocarsí en la parroquia Nulti, que permite una espectacular panorámica de su entorno urbano y rural.

Ascendiendo desde el distribuidor de tráfico de Guangarcucho, por la vía Jadán carretera asfaltada, con mucho cuidado por la cantidad de volquetes, buses, ciclistas de paseo o entrenamiento y transeúntes, pasamos Guangarcucho (el Rincón del Tambor), San Juanpamba, El Plateado hasta la Y de Llatcón, seguimos por el sector Minas y el “Valle de los Meteoritos” que cautivó al historiador Bolívar Cárdenas que está organizando una visita de observación científica, pasamos dos infraestructuras mineras y llegamos a la colina de Chocarsi. Si nos orillamos antes de iniciar el descenso hacia la microcuenca del río Jadán, tenemos una impresionante panorámica de las ciudades Cuenca y Azogues unidas en el Descanso. Vemos El Plateado o lo que queda del Plateado, la colina del Molle o lo que queda, la autopista y al frente la Meseta de Pachamama otro emblemático mirador y el Cojitambo: “Monte impar, monte súbito, cenobita descalzo, /Vigía en tu armoniosa Tebaida vegetal,” como le canta el poeta César Andrade y Cordero. La ciudad Azogues al pie del Abuga impresiónate mirador que debe visitarse al menos una vez porque, si se llega, seguro que habrá otra.

La visita nocturna de este mirador es imponderable por la visión de las dos ciudades resplandeciendo unidas en el gran valle, el tráfico en la autopista y serpenteando por las faldas de las colinas abajo y, arriba, un cielo espectacular ofrece diferentes lecturas de su cúpula como las noches de luna o mayo con la constelación de la Cruz del Sur brillando sobre Ictiocruz, Cruzurku o Loma de la Cruz al sur de Pumapungo como veía Hernán Loyola Vintimilla. Y mucho más porque, se lee el cielo con lo que se tiene a más de ojos, sensibilidad y fantasía. (O)