Lo que nunca alcanzaremos

Cecilia Ugalde Sánchez                                  @ceciliaugalde

A veces nos sentimos presionados a buscar la perfección, y si bien para algunos esa búsqueda puede ser una meta inspiradora que les impulsa a alcanzar la excelencia en todo lo que hacen, para otros, puede convertirse en una obsesión que provoca estrés, ansiedad y decepción; y en vista de que todo es perfectible, la perfección final resulta inalcanzable.

Gordon L. Flett y Paul Hewitt en su libro Perfeccionismo: Teoría, investigación y tratamiento (2002), señalan que el perfeccionismo puede ser un rasgo de la personalidad que supone altos estándares, pero también puede convertirse en una trampa emocional. Ellos identifican tres tipos de perfeccionismo: el orientado hacia uno mismo, el orientado hacia los demás y el socialmente presionado. El primero implica estándares personales altos, el segundo implica la imposición de estándares a otras personas, y el tercero es la percepción de que otros esperan la perfección de nosotros, seguramente estos dos últimos han sido causa de múltiples divorcios y rupturas personales y profesionales.

Entonces, por un lado, el perfeccionismo puede motivar a las personas a esforzarse por la excelencia y el éxito, fomentando disciplina, determinación y atención al detalle, y, por otro lado, la obsesión con la perfección puede llevar a un miedo intenso al fracaso y a una falta de satisfacción con lo que hacemos. La psicóloga Brené Brown (2010) señala que el perfeccionismo es con frecuencia un mecanismo de defensa que usamos para evitar la crítica y el juicio.

Busquemos la excelencia sin llegar a la obsesión, y aceptemos las imperfecciones, entendiendo que el crecimiento implica equivocarnos y volver a intentar. Como dijo Salvador Dalí: No tengas miedo de la perfección. Nunca la alcanzarás. (O)